LAS ILUSIONES DE LA EDUCACIÓN
LIBRO, EDITORIAL ABYA AYALA, JULIO DEL 2001, 199 PÁGS
ISBN: 9978-41-839-3
Introducción: ¿QUÉ ES LA ILUSIÓN?
La ilusión se
establece en oposición a la realidad. Ella tergiversa aquello que nosotros
consideramos como cierto, y es definida como una falsa percepción de un objeto
a causa de la errónea interpretación de los datos obtenidos. Por tal
construcción, la ilusión no es la realidad, es su contrario. Lo no-real es su
dominio. Su contenido es negatividad para el estereotipo.
Entre
la ilusión y la realidad podemos establecer una frontera aparentemente clara.
Entonces, al conocimiento le corresponde decir: esto es realidad y esto es
ilusión. Sin embargo, Descartes en el Discurso del Método, opina: “el error y la ilusión tienen la propiedad
de no aparecer como tales”. Esto significa, que el conocimiento no tiene
los elementos o instrumentos que nos garanticen hacer la anterior separación.
Luego, difícilmente podemos saber qué es ilusión y qué no lo es, qué es
realidad y qué no lo es. Una ilusión puede decretar otras ilusiones e imponerse
como real aunque no lo sea. En realidad, es difícil determinar lo real porque
lo real nos es dado o nos lo damos como construcción, es decir, como realidad.
La
misma realidad podría señalar ilusiones creyendo que son realidades o
viceversa. En consecuencia, la ilusión pasaría casi imperceptible y la realidad
desconocida. La ilusión de una ley, de un sistema, de un discurso, de un deseo,
haría que los datos que son reales pasen a un estado de ceguera que explica la
ilusión ya creída. Una ilusión que dirija el conocimiento tendría la posibilidad
de desfigurar lo real y construir una nueva realidad. Según lo anterior, el
problema sería: ¿Qué hace la separación entre los dos escenarios? ¿Desde dónde
la hacemos? Es el lenguaje? El poder? Solo a partir de dicha elucidación
podemos guiarnos. Pero cuales son los criterios que tenemos para saber qué es
real? Cómo se construyen las ilusiones? Las ilusiones bordean lo real o lo real
es el límite de cualquier ilusión? ¿Se puede construir realidad sin echar mano
a la ilusión? La distinción entre realidad y real se establece entre lo que
construimos y aquello que no sabemos qué es. Luego, la no-ilusión y lo real es
casi imposible decirlo o pensarlo como tal porque habitamos en realidades e
ilusiones.
No
podemos obviar la carga ética de estas expresiones. La ilusión es la no-verdad
por tal motivo, no es el bien. La ilusión es un engaño injustificado, pensamos
desde Platón; pero si la ilusión no puede ser determinada en su relación con la
realidad, ya existe una auto-justificación. No podemos permitir o no permitir
la ilusión, simplemente, ocurre en el dispositivo y sin él, y nos hace sentir
como santos y demonios, o víctimas y culpables. No elegimos el bien, el mismo
bien es otra ilusión como la elección que creemos hacer.
En
otro plano ético, la ilusión atenta contra la esperanza debido al vaciamiento
de su fundamento: la posible realidad que sustenta la esperanza. Sin embargo, Nietzsche ya nos advertía sobre
la imposibilidad de la humanidad para vivir sin ilusión. Nadie vive frente a lo
real. Lo real no se puede puede ver, es como el Nombre de Dios que no se puede
mencionar. Vivimos familiarmente con ilusiones, sin darnos cuenta, a las que no
sometemos el principio de realidad, ilusión de ilusiones. La ilusión es nuestra
manera más simple de vivir y a eso le llamamos realidad.
La ilusión está también relacionada
con la alegría ante la próxima realización de algo que se desea. Ellas son
productos naturales del deseo. Vivir en la ilusión es acariciar el mundo del
deseo bajo una representación imaginaria que nos llena de furor. Reconocernos
como seres de deseo es señalar a la ilusión en la construcción de sujeto. El
sujeto cree hacerse en aquello que cree ser, alcanzar y hacer. El sujeto no se
puede explicar sin la ilusión.
La subjetividad es el lugar de las
ilusiones, a causa de ello tienen una increíble importancia en la realidad
social. Las ilusiones pueden pasar por verdades sin que tengamos la posibilidad
de dirimir la frontera entre la realidad y la imaginación. Así, la realidad
deformada por la ilusión no es la ilusión sino aquello que llamamos realidad.
La proyección externa de imágenes mentales tiende a ser tan fuerte como la
creación de imágenes construidas por el conocimiento. En realidad, debemos
afirmar, habitamos en la ilusión de la imagen y del ser que ella reproduce.
En
este libro, intentaremos mostrar cómo la pedagogía se articula sustancialmente
con la ilusión, lo cual nos hace ciegos sobre su natural precariedad al mismo
tiempo que nos orienta sobre un campo en el que nadie puede atreverse a
responder sobre ¿cómo es el aprender del otro? La ilusión pedagógica impulsa y
desvía, fortalece y parásita.
La
pedagogía necesita de la ilusión y esta se encarga de extraviarla en el
transcurso cotidiano. No es, por tanto, la ilusión de la pedagogía, un factor
ni absolutamente negativo, ni absolutamente positivo. Ella necesita perderse
para poderse encontrar. La ilusión es la fuga natural de la educación. Las
ilusiones en la educación se van sucediendo no por la irrupción de lo real sino
por el advenimiento de una ilusión más fuerte y en muchos casos, hasta peor.
Veamos
los intersticios de la ilusión dentro del marco de la educación y en el relato
pedagógico.
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