PROLEGÓMENOS PARA LA PEDAGOGÍA “EL AGUJERO EN LA COSTUMBRE”: UN ENFOQUE ANTICORRUPCIÓN

    

    Alguien decía en una ocasión que no habría como pensar en la ética puesto que ya sabíamos lo que es la ética y si no lo recordábamos, bastaba con ir a los libros. En materia de ética solo había que pensar en el método, y el mejor, el más conveniente era la transversalidad. Luego, debido a que otros han pensado la ética de nada sirve pensar en los valores de nuestra cultura y sociedad. En el fondo una disciplina es eso, decir con pertinencia aquello que han dicho otros. Para un profesor universitario los libros ya lo dicen todo, creeriamos. Enseñar la economía es determinar los autores de actualidad, los clásicos y contarlo a sus estudiantes. Pareciera que la educación no pudiera pasar de una mera repetición. El profesor repite aquello que otros han dicho. En consecuencia, la educación es un contar los cuentos de otros y aprenderlos de memoria, en mejor de los casos, aplicarlos.

 

    Se parece esta concepción de la ética a la metáfora del camello, el león y el niño de Nietzsche en Así Hablaba Zaratustra. El camello es el deber. Los valores entonces son aquellos principios o reglas que debemos cumplir o que los otros deben obedecer. Nos conformamos con establecer una deontología o determinar el deber ser. Creemos entender el deber ser de un profesional y cuando las cosas no ocurren así, pensamos que se debió al olvido. No vamos más allá de los principios. El león es la resistencia o la revuelta frente a todos los valores. No estamos de acuerdo con ningún valor, pero no tenemos la actitud de proponer nuevos valores. Todo nos parece que está mal, no estamos de acuerdo con nada. Sospechamos de todos menos de nosotros mismos. El niño jugando a tirar los dados corresponde a las personas excepcionales que tienen la capacidad de inventar y crear una ética. Creer que todo es aplicar o establecer deberes es no estar en la ética contemporánea la cual no admite el deber ser como forma de devenir éticos.

 

    Que mediocridad de quienes consideran que la educación no es sino el cumplimiento de una serie de normas o principios. Pero que peligro para quienes creen que la ética no es más que un catálogo o un código que los demás repiten con sus avales respectivos. Además, el considerar que el problema de ética es un método es de una mediocridad extendida y compartida. En realidad, creer que tenemos la solución de algo y que esa solución es nuestra solución para todos, indica, más que una pereza intelectual, una visión corta, la cual no logra interpretar y entender el movimiento de la vida, los desafíos de la realidad y sobre todo, la ética. 

 

    Quizás tenemos que pensar la ética con la mala conciencia de Nietzsche y de Proust quienes desconfiaron de la buena conciencia de las costumbres, de las acciones y los planes para pensarla desde parámetros abiertos, diferentes, heterogéneos, antropológicos, para detectar sus modos, agenciamientos, originalidad dentro del deseo, cambios, distorsiones, seducción y poder.

 

El cómo de la ética implica pensar que no hay soluciones mágicas, por tal motivo, repensar.


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