Un testimonio da fe sobre algo o alguien sin que por lo tanto
estemos dentro del ámbito de la religión, sino de la experiencia
vivida. La experiencia
vivida no es lo mismo que
la experiencia narrada. Quien vive no necesita narrar, quien narra no requiere
haber vivido, pues se puede vivir sin narrar y narrar aquello que otros nos
narraron. Narrar lo que otros nos narraron es vivir de otra manera, pues
conceder el estatuto de verdad a lo leído en lo narrado es anclarlo a la vida
como dato fáctico aunque no experimentado. Sin embargo, no es lo mismo la experiencia vivida
a vivir a
partir de lo narrado. La diferencia se establece por el testimonio que nos hace testigos,
y es
por ser testigos
que damos testimonio.
El testigo
es alguien que estuvo allí, en el tiempo
de lo ocurrido y en el espacio de lo acontecido, y es su presencia en el allí, que interesa al aquí y al ahora. Él puede contar aquello que vio, sintió,
pensó e hizo desde un lugar y una situación que no requiere confesión
pero que es indispensable dentro
de un nuevo lugar y situación. La confesión también sirve para
preguntarse por que él sobrevivió y los otros no. Si los otros no sobrevivieron, colocan
al testigo en una situación privilegiada. El privilegio es para el testigo una condición excepcional por la posibilidad
de una narración singular y al mismo tiempo sospechosa. No obstante, la
narración singular no está por encima del carácter del testigo. Tal
superioridad le convierte en la puerta giratoria entre la mentira y la verdad
en referencia a la verdad
sobre el pasado.
La relación
del testigo con el tiempo
es de presencia en un momento específico. Él estaba allí, por eso cualquier narración se pliega a la presencia. Su presencia en el
pasado es un pedazo de presencia en el presente, es como si fuera parte
de aquello que se
nos escapa, pero necesitamos conocer
para que no se pierda
en la niebla del olvido, pues lo único que tenemos son narraciones contradictorias y antagónicas. En efecto, el testigo, aunque pertenece al tiempo,
atraviesa el tiempo para situar aquello que hace parte del allí de lo que fue, en el aquí del ahora.
La presencia que se busca no pertenece al presente, ella
hace parte del pasado,
sin embargo, nos interesa la presencia. El testigo
estuvo presente y su presencia es la garantía de la verdad
del relato. Necesitamos saber qué realmente
pasó. Su presencia nos re-envía a aquello que ya no es pero que vale la pena que siga siendo en aquello que es pero que está fracturado, disperso y perdido en su
interior. La resolución de la fractura, la dispersión y la pérdida busca ser
resuelta por medio del testimonio del testigo.
Aunque el testigo
no haya participado directamente en la narración, no deja de ser
testigo puesto que a él le acredita
la presencia que contiene el testimonio.
Esta
reflexión es un testimonio de lo vivido en los últimos diez años en Ecuador. Un tiempo muy corto en un intervalo
menos corto para narrar sobre
algo que nos envuelve y que
quizás la mejor manera es hacerlo dentro del estatuto del testimonio. Así,
reflexionaré sobre aquello que acaba de suceder pero que sigue sucediendo; se
trata de algo situado fuera para narrarlo, pensarlo y reflexionarlo pero
sabiendo que seguimos dentro; un relato con una distancia
necesaria y artificial; donde al interior de las palabras estarán las voces mientras
los análisis se parecen más a acontecimientos.
Así, el estatuto de acontecimiento del testimonio se aleja de la noción de acontecimiento de Badiou (2010).
El
testimonio implica un tipo de compromiso de lo contrario bastaría con
reflexiones que corresponden a metodologías que intentan captar e interpretar
un hecho escogido, ubicadas en una externalidad que no logra ser compensada por
el trabajo de campo, por medio de lecturas sobre las que intentamos ajustar a
un conjunto de hipótesis. El compromiso es una afirmación que contiene la
fuerza que escapa al momento
analítico. No por ser fuerza
se aleja de la verdad.
La emocionalidad que inunda
a la fuerza es su firma y la comprensión del acontecimiento. Solo puede ser comprendido aquello que hace parte del compromiso pues no hay comprensión sin emocionalidad. No obstante, el riesgo
del dogmatismo hace parte tanto del ámbito
analítico como del campo de la comprensión. El análisis no genera disyunción con respecto al compromiso. La cientificidad analítica
evita la ceguera
de la emocionalidad, y
la fuerza del compromiso rompe con el vacío ético de los análisis cuantitativos
y manipulables. Por lo tanto no estamos en la revisión
de textos, nos
encontramos en el diseño de un texto
inacabado y primario por la condición del testimonio, puesto
que la fuente todavía
no puede ser todavía ni señalada ni institucionalizada.
El estatuto
epistémico del testimonio oscila entre contar y narrar, atestiguar y
reflexionar sobre lo atestiguado, y creer sin dejar de poner en duda. El
testigo cuenta, sus análisis son posteriores; confirma
la realidad en tanto que un hecho fáctico y luego
piensa sobre las consecuencias de la confirmación, e introduce la confianza por lo que la duda del pensamiento en cuanto a la
existencia pareciera no tener lugar en un primer momento. La afirmación esto fue así, es el punto de partida,
lo real del hecho es incontestable, y el acontecimiento es enganchado en el presente
analítico. En rigor,
no se trata de transmitir creencias sino de proponer argumentos, no de
justificar sino de pensar, no de condenar o salvar sino de entender, valorar, criticar y proponer.
A manera de
punto de partida para ésta reflexión comprometida de testigo haré una precisión de método, una aclaración epistémica y una confesión pedagógica.
En cuanto a
la precisión metodológica, el primer intento es buscar separarnos de una postura muy
común en la academia que parte de las nociones o conceptos como el Buen Vivir, Suma Qamaña o Sumak Kawsay para
luego, con algunos datos de la
realidad, elaborar un juicio a fin de diagnosticar qué tan cerca o lejos de él estamos, o mejor, indicar las contradicciones y
derivas que existen entre la realidad educativa y el Buen Vivir. La deducción es muy común en las
reflexiones universitarias. El marco teórico gobierna los argumentos de las
Ciencias Sociales, de ahí la dificultad en la interpretación de la realidad. Es
casi imposible dejarnos sorprender por la realidad cuando el punto de partida son las ideas.
Las ideas interpretan la realidad y la realidad no tiene la fuerza para
cuestionar las ideas, de ahí que hasta el pensamiento crítico opere en estos términos. Ya sabemos que va a suceder antes de que suceda. Así, nada
ni nadie nos puede sorprender.
Me separaré
de este método por dos razones; una porque si bien el Suma Kawsay se origina en los pueblos indígenas y
amazónicos del Abya Yala, el
análisis generaría un error al medir el tiempo presente con el tiempo pasado,
provocando una ilusión por olvido de la inconmensurabilidad entre el pasado y
el presente, error que suele reproducirse de forma casi inconsciente cuando se
sigue tal método. Luego, al descubrir aquello que de antemano suponemos saber,
ya que el presente no coincide con
el pasado, o el deber ser con el ser, caemos en un hueco generador de
frustraciones, en lugar de constituir un ámbito de inspiración y de creatividad.
Dos, porque partimos de la presunción de saber qué es el Sumak Kawsay y el Buen Vivir cuando esto no es precisamente cierto. Se piensa, y por ser parte del pasado, que
el Sumak Kawsay
es, y el Buen Vivir está para ser definido. Me atrevería a decir que más
sabemos sobre el Buen Vivir, que
sobre el Sumak Kawsay, porque
al ser una comprensión milenaria, suele ser una pieza del orden arqueológico,
intocable, impensable, solo para ser vista, por lo tanto la razón crítica suele
quedar fuera y los sujetos interpretantes pueden tener el carácter de poseídos.
Del mismo modo, los sujetos del Sumak Kawsay no pueden ser escuchados en la academia
por las razones ontológicas y epistémicas desarrolladas por Spivak ( 2010)
En cuanto a
la aclaración epistémica existe una dificultad y es intentar comprender un proceso en el que normalmente tenemos
más claridad sobre
aquello de lo que nos
queremos separar, y mucho menos sobre hacía dónde queremos llegar, precisamente
porque el futuro es inasible y las utopías están debilitadas por la hegemonía de la economía
en cuanto a la apropiación de lo real ( Badiou
1989 ). La vía de la negación no puede ser traducida en una afirmación. Además, cuando afirmamos que la Educación busca el Buen Vivir, a pesar de la claridad
de los principios, debemos reconocer que el futuro siempre
tiene un carácter de apertura y de incertidumbre, y la globalización, unas
dinámicas homogeneizantes dentro de las explosiones de las diversidades, que
impiden que la claridad ética, política y económica de la propuesta puede ser
por lo menos debatida. En efecto, el Buen Vivir es una construcción permanente, colectiva, no de autores
únicos o de un determinado lugar erróneamente
esencializado, el cual pretende reemplazar las promesas de la Modernidad Capitalista, Patriarcal y Colonial (Grosfoguel, 2006)
Por último,
la confesión pedagógica aterriza en el cambio. La Educación para el
Buen Vivir es una propuesta de cambio y como tal busca transformar lo
existente. Se trata de empezar de nuevo, expresión de Alain Badiou (2013 ), en consecuencia,
ha tenido como punto
de partida el Cambio de Época (De Souza, 2003 ) dentro
de un doble reconocimiento: uno, su horizonte es global, incierto
y cambiante (Pérez Gómez, 2012, p. 15 ); dos, su modelo de
interpretación es complejo (Morin, 1994 ), intercultural (Malgesini y Giménez,
2000), de-colonial (Castro-Gómez, Grosfoguel et al, 2007), anticapitalista
(Callinicos, 2003 ) y anti-patriarcal (Schneider, 2003). Por tal motivo, el cambio en el ámbito de la educación nunca
puede ser verificado de forma directa (Battro y Denham, 1997). Los efectos de la
educación nunca son inmediatos, y los resultados fundamentales son casi siempre
del orden cualitativo (Freire, 1969). Luego,
la educación como espacio-tiempo exclusivo para la transformación solo puede ser
constatada a partir de intervalos amplios. Al contrario de la política pública
que debe medirse por indicadores numéricos para establecer resultados y
diagnosticar su éxito o fracaso, la educación no puede ser medida con el mismo
modelo, y dentro del mismo tiempo y modo, pues se trata de un ámbito de
transformación de sujetos concretos, que habitan en sociedades específicas y
pertenecen a culturas en movimiento, por lo tanto no se trata solo de
visibilizar los mejores resultados en matemáticas, lenguas o el aprendizaje de ciencias.
La precisión
metodológica en cuanto a la crítica deductiva, la aclaración epistémica debido
al desafío de superar la dialéctica y la confesión pedagógica a partir del cambio educativo son tres
elementos del marco ontológico que envuelve al testimonio del testigo para
referirse a los fundamentos en los que ha descansado el hecho de la transformación de la educación ecuatoriana a partir del Buen Vivir. En otras palabras,
la deducción no permite descubrir lo sucedido en estos diez años; la categoría de la negación
nos impide asumir
lo inédito; y la dinámica
de los cambios en la educación no pueden ser percibidos por
el mismo hecho
de su propio movimiento. De otro modo, la cuestión metodológica,
la lucha por el conocimiento y la pedagogía son tres factores en los que se inscriben los cuatro puntos
de acción que hicieron parte de
la transformación de la educación.
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