LA LOGICA DE LOS NUMEROS
La preponderancia del número
Hacen falta números para admitir el éxito o el fracaso
de una empresa, mantener o sacar del aire un programa de televisión, analizar
científicamente un determinado problema y elegir a un político o revisar la
pertinencia de una política. Los números, se piensa, lo dicen todo, nos ayudan
a actuar con precisión, son la guía para
tranquilizar la pertinencia de nuestras decisiones. ¿Qué sería de un mundo sin
números? El desorden total. No entenderíamos el mundo. Todo estaría condenado a
vivir en procesos estocásticos. Vivir no sería más que una apuesta.
Con los números en alto, se piensa, la empresa estará
feliz, el medio de Tv conseguirá grandes réditos, el problema alcanzará la máxima comprensión y el político logrará el poder en
la dirección del Estado. Del mismo modo,
los números bajos son la señal de la inadecuación del producto al mercado, la
in-apropiación del programa televisivo, la inseguridad de la vacuna de la
farmacéutica y las fallas en el programa o en el perfil del político.
Los números son centrales dentro de nuestro mundo. Ellos hacen parte de la confirmación de la
existencia: te número, luego existes. Con los números se justifica la
existencia porque son principios de
razón suficiente. Obviamente se trata de la matemática de lo numérico colocada
en el centro de la civilización, una matemática que funciona muy bien no por sí
misma sino por los intereses que están detrás de su manipulación, pues las cifras
obedecen a ideologías, ocultan problemas, distorsionan la realidad, dejan ver
algunas cosas para ocultar otras.
Los números son la razón última de una empresa. No
importa lo que vendan; ¿por qué preguntarnos
sobre los efectos sanitarios, sociales, psicológicos de un producto, e incluso
sobre las relaciones laborales allí establecidas? La lógica de las ganancias
determina la factibilidad de lo
vendible, la precaución con el medio ambiente, el tipo de relaciones laborales
consagradas. Del mismo modo, el Raiting es lo que importa en los medios de
comunicación. Un programa se mantiene por el alto nivel de audiencia medible.
Normalmente dentro de una sociedad coronada por el nihilismo, los programas son
hechos para recrear su idiotez. De igual manera, los números rigen la ciencia, así,
la sustentabilidad de las soluciones
estaría en la identificación numérica:
no más de lo que podemos dar y no menos de lo que necesita el programa. Sin
embargo, al ser los problemas complejos, los números son la mejor manera de
convertir en raquíticas sus explicaciones. Por último, los números altos son los que
gobiernan en una democracia que se restringe al voto. Sin embargo el voto no se
implementa sobre los problemas fundamentales que aquejan a las sociedades. ¿Por
qué?
La mayoría es el número sagrado en democracia. Con los números
se determina la permanencia de un programa social, lo cual no significa que sea
justo, ético o correcto. Ellos son colocados como jueces de la verdad, dirimen
sobre la mentira, normalizan cualquiera cosa. Los números no se equivocan por
eso ellos son los dirimentes de la historia, están allí para resolver las dudas
más agudas, sirven como los lectores fieles
de la realidad. Ellos justifican el bien-hacer de un Presidente, la
pertinencia de un cambio o la comprensión de algo que antes estaba en el
misterio por no ser reconocido por las matemáticas. Con los números
clasificamos, ordenamos, medimos, ubicamos, controlamos y operamos.
Nuestra vida está atravesada por la pasión por el número. Pero,
¿por qué no pensar que el número en política puede significar la enfermedad de
un país o la manipulación de la política? ¿Por qué no ver el Raiting como el éxito de la ideología?
¿Por qué las altas ganancias de
una empresa no significan la voracidad de dueños o el triunfo de la explotación
y del engaño? ¿Por qué un problema limitado a las estadísticas no es la máxima
demostración de la imposibilidad de comprensión?
Los números son evidencias de afectos, ellos son esa
realidad objetiva inseparable de realidades subjetivas, debido a ello generan
grandes movimientos de neurosis, obsesiones y paranoias. Ver crecer o disminuir
el número es causa de las locuras más impresionantes en la bolsa, el partido,
la empresa, la Tv y la ciencia.
El número al servicio del orden hegemónico
¿Por qué el número tiene tantos favores y beneficios? ¿Qué tiene el número que lo convierte en algo tan especial? Los números han sido claves para un ordenamiento de la realidad desde Pitágoras. Gracias a ese orden podemos clasificar la realidad. Por medio del número establecemos tipos de designación. Con el número cumplimos una de las nuestros deseos más profundos: exorcizar el entorno.
Con el número generamos un orden. Un tal uso del número
le convierte en la mejor manera de provocar el espectro de normalidad. En
consecuencia el número es utilizado para asegurar el mercado; hace creer a un
político que su programa es relevante; logra convertirse en una ficción de
verdad para los medios; y nos lleve a la ilusión de convencernos que la realidad
es numérica, siguiendo líneas tradicionales de la filosofía. Además, así como
legitima, también deslegitima un poder, un medio, un mercado, una explicación. Aunque
los números no sean la norma, ellos son los que se convierten en la fundación
de la norma. Los números normativizan el
mercado, el análisis de la realidad, los medios y la política.
Pero ¿qué queremos decir con normatividad numérica? En
realidad los números son fuentes de normalización de un fenómeno. Ellos están
en función de la norma y de la normalización de la norma. Un fenómeno medible
no solo es comprensible, es manejable y por supuesto, manipulable. Por medio del número se cree eliminar el
exabrupto y la incertidumbre. El número mínimo también nos sirve para descalificar
un programa social, para impedir la publicación de un libro, para demostrar la
inexactitud de una explicación o para pedir el cambio de un producto de consumo
y de su gerente.
¿Cuáles son los efectos de la normativización a través
del número? El número como el juez se
convierte en el instrumento que garantiza la hegemonía. En cierta manera, quien
maneja la economía tiene el poder porque se adueña de la ciencia de los
números. Un empresario llamado a guiarse por la ciencia de los números es
alguien que aumenta la lógica del capitalismo. Un dueño de un medio de
comunicación que se guie por la lógica
del número fácilmente confunde la cultura con la idiotez. Un político obligado
a acceder al poder por medio de los votos es alguien que simplemente continua con
la carrera hegemónica del poder en política, así crea que está realizando un
cambio radical con respecto al pasado porque el número en política es para cambiar gobiernos pero no la sociedad (expresión
de Alain Peyrefitte dirigida a los socialistas
y comunistas que estaban en el poder en 1981)
¿Por qué la relación entre el número, la normalización y la
hegemonía? Esto se debe a que la
centralidad del número conlleva al principio de homogeneización. Lo homogéneo es lo parecido y
lo parecido es el producto validado por una empresa para ser consumido por muchos;
las emisiones televisivas mejores son las que ven la mayoría; la ciencia
actuando desde lo general deja de lado lo particular; y la política realizada
para todos contiene la incapacidad para entender lo diferente y lo diverso. El número,
en tal sentido, es la consagración de lo mismo, en cuanto que el todo está por
encima de la parte negada por el derecho a existir solo en el todo.
Para el número no hay diferencias, el 2 no es distinto
de 1, el 2 es dos veces 1 y el 0 es la
ausencia del 1. El número en política válida no el cambio sino aquello que sigue
haciendo lo mismo. Si el político hiciera algo diferente no es elegido. La dinámica
del voto en democracia está hecha para la continuación de lo mismo.
Al estar instituido el número bajo el principio de lo
homogéneo no hay cambios pues el número que califica o descalifica demuestra la
continuación de la homogeneización de la sociedad. La desafección en la compra
de un producto se supera reemplazándolo por otro. La desaparición de un
programa político implica la innovación de otro siguiendo la lógica numérica.
La explicación medible en ciencia está ligada a la propaganda. El político sin
adeptos puede cambiar por una estrella de la Tv. De esta manera, la presencia
de lo detestable en el mercado, o de la baja calidad de la Tv, o de los
especialistas duros en las ciencias, o de los fascistas y racistas en la
política, no le son extraños al mercado, a los medios, a la ciencia o a la
política. Estos campos se construyen bajo el principio de la homogeneización
numérica.
¿Esto
significara que lo diferente y heterogéneo no cabe en política, en el mercado,
en los medios o la ciencia? Lo diferente es permitido en el mercado pero como
una forma a favor de la acumulación. Los
medios convierten lo diverso en espectáculo. Lo particular puede ser tenido en
cuenta en tanto que una forma de poca
rigurosidad que puede ayudar en la
comprobación de lo general, en realidad la contextualidad es una
cuestión de método sin alcances epistemológicos. Lo heterogéneo no cabe en
política por generar una ruptura entre política y poder. Lo diverso no se
presta a propagandas ni le interesa a la política, al mercado y los medios, si
no es rentable. .
Lo heterogéneo importaría si se transmuta en homogéneo,
es decir, si lo heterogéneo es lo homogéneo.
Así, los indígenas no interesen a los políticos porque son el 6,8% de la
población, pero si hacen parte de más del 80% de ciudadanos entonces son
sujetos políticos en todo el sentido de la palabra. Hacer políticas para los
gays tampoco tiene mucha importancia porque la sociedad sigue siendo
heterosexual. La moda gay puede resultar interesante en la medida que lo gay
sea una moda de la sociedad. En ciencia lo heterogéneo solo es posible en la
medida de estar atravesado por leyes.
La heterogeneidad es la desgarradura. Así, homogénea es
la sociedad con preocupaciones ambientales,
ella, sigue el desarrollo mitigando sus efectos, por el contrario los
ecologistas son el agujero en la sociedad porque sus posturas aparecen como
“terroristas”. Homogénea es la sociedad de los derechos individuales y de la
libertad de prensa, heterogénea es la sociedad de los derechos colectivos de
los indígenas y del derecho a luchar contra el mercado y en contra de la noción de libertad del liberalismo. Homogénea es la
sociedad de la seguridad, heterogénea es la sociedad de los derechos sociales y
económicos. La homogeneidad sigue los caminos de la ideología, la
heterogeneidad no cabe dentro en los círculos de poder, es lo no admisible, en
consecuencia tiene que ser controlada, negada, prohibida o regulada. En efecto,
la lógica numérica es la garantía de la continuidad entre el capital y el
desarrollo.
El hecho de que la heterogeneidad no sea numérica nos
ayuda a entender por qué los derechos individuales del liberalismo se prolongan
en los derechos del ciudadano; por qué los derechos de naciones y pueblos no
puedan ser ni derechos económicos ni derechos políticos; por qué los programas
de seguridad tienen tanta acogida en la
medida que la protesta sin dialogo se convierta en delincuencial; por qué los extranjeros no tienen derechos mientras
las sociedades continúan en el nacionalismo desde nuevos discursos de
soberanía; por qué han desaparecido los obreros y solo reconocemos una sociedad
de emprendedores y potenciales empresarios; por qué la interculturalidad se
convierte en multiculturalismo y el multiculturalismo en tolerancia; porque seguimos
construyendo la sociedad desde un grupo de blancos que coloca a su servicio a
afro-ecuatorianos, montubios e indígenas, piensa por ellos, hace para ellos,
pero no construye con ellos.
El matrimonio entre el número y la mayoría
Las mayorías son el centro de atención de todo sistema político, social, económico y moral. El aborto no se discute en los parlamentos. Si lo diferente es tomado en cuenta, es porque es del interés de la mayoría. Pareciera que hay algún dios que nos dijera que la mayoría nunca se equivoca, y siempre que sigamos sus gustos, su moral, su política y sus deseos, podemos tener alguna seguridad en no equivocarnos. Así el problema de este dios es paradójico, porque sería admitir que vivimos en un mundo sin dioses por lo que la mayoría es la revelación de los dioses, por eso ninguna religión de salvación puede dejar de ser universal, ningún propósito de dominación puede abandonar la campaña de popularidad.
El número sostiene a las mayorías, nos da seguridad,
nos hace felices. El número es el centro de la atracción del mundo pragmático. El
número genera el efecto de la perfección. Por tal motivo, la democracia es el
sistema político más perfecto para la mayoría porque evidencia el placer del
número.
El número genera una suerte de tranquilidad. Con el
número nosotros nos hacemos logramos construir la hegemonía y dejar de lado la
marginalidad. En general la marginalidad no es numérica. Lo marginal no es lo
que queda fuera del mercado, es lo creado por el mismo mercado; a un medio con
raiting poco le interesa saber porque hay un pequeño grupo que no lo sigue; lo
particular es desechado por la generalidad de las leyes científicas; un partido
en el poder se siente seguro con los números a favor, aquello que no está
dentro del número perdió, no tiene
porque reclamar.
El número alto en lo que se pretender lleva a un estar tranquilo. Los números le dan la
razón a los economistas, a los medios, a los científicos, a los políticos. Pero
esa tranquilidad no la da el número, es más bien que tras el número se esconde
la tranquilidad. Tras la numericidad de la política hay un querer no tener
mayores problemas. Los votos le dan al político la tranquilidad para hacer no
lo que promete sino lo hegemonico pero ese hacer pasa necesariamente por
conservar la tranquilidad de su electorado, tranquilidad de no dañar los
privilegios de quienes se esconden bajo la hegemonía del número. Las mayorías
quieren estar tranquilas en el mercado, gozar con el consumo. Ellas disfrutan
de la mierda que ofrecen los medios de comunicación, luego, por qué hacerle
caso a los marginales, ellos son los críticos que solo piensan en que un
programa es para despertar la conciencia, por el contrario, la mayoría prefiere
vivir en la inconciencia. La ciencia no
tiene necesidad de mirar más allá de lo que puede medir, de sus indicadores,
sus resultados, sus porcentajes. En cierta medida, los números son el indicador
máximo de que algo sale muy bien o muy mal. El desarrollo es medible, la
riqueza y la pobreza también. Hasta ahí interesa llegar en los análisis.
En realidad no debemos temer a quienes confían en los
números. Un programa no es peligroso porque tenga audiencia. Un partido no es
peligroso por ser el más votado. Un mercado no es sano porque todos lo
consumen. Mientras la confianza este en los números mayores, los problemas no
existirán. El problema nunca es lo que pueda pensar la mayoría. Los problemas
están en lado contrario. Para un programa de TV el problema estaría en escuchar
lo que dice la minoría. Para la ciencia
el problema estaría en la incongruencia de lo local con sus teorías generales.
Para el partido más votado el problema esta en escuchar a los que no están en
el número mayor, en ellos está la parte que causa ruido. Es a ellos a quienes
se les debe contener, ellos hacen parte de esa heterogeneidad la cual está
impedida de entrar a regular los medios, el mercado, la ciencia y la política.
Son ellos los que producirían un verdadero cambio. Los partidos, el mercado,
los medios, y la ciencia les tienen miedo a ellos, a los que están fuera, por
eso se les mantiene a distancia, pues ellos son los que pueden pedir cuentas
por sus discusiones libres, sus planes alternativos, sus leyes objetivas, sus
programas de espectáculo.
Sin duda que la emancipación no puede ser numérica. La
emancipación es lo que no cabe en sus cuentas. En sentido estricto la
emancipación no cabe dentro de una política de las elecciones, o no entra en el
mercado del consumo, o la emancipación no esta en la discusión sobre la
liberdad de opinión de los medios del capitalismo y mucho menos en una ciencia
que sigue luchando por hacerse desde una perspectiva objetivista. Razón tiene
Badiou al decir que “los lugares decisivos están pre-codificados según normas
que trascienden el número”.
El número esta allí para conservar lo establecido.
Utilizamos el número para dejar las cosas tal como están. El número es una
confirmación que nada ha cambiado. Con el número no se necesita hacer nada. Los
políticos lo saben, mantenerse en política es no hacer nada. Se requiere de los
números para lograr un inmovilismo. Al final los números nos hacen creer que el
programa de tv es bueno, que la política va por buen camino, que el fenómeno
está bajo control y que el mercado responde a las necesidades de la gente. Con
el número no tenemos necesidad de hacer nada.
Lo más importante sucede fuera del mundo numérico. El
voto no pregunta sobre lo importante. Las cosas más importantes en política no
son parte del voto. El voto solo corresponde a lo poco esencial. Un pueblo no
es consultado sobre aquellas cosas que son importantes para él. La política de
las elecciones es una manera de hacerle creer a los ciudadanos que son tenidos
en cuenta cuando en realidad la pregunta sobre las verdaderas decisiones son
dejadas a un lado. Nadie es consultado sobre las verdaderas decisiones. El
mundo medible es intratable, pues esta es una forma de controlarlo. El mercado
de los números solo ofrece la banalidad. Los medios que se guian por la
audiencia solo les interesa el dinero. Lo importante esta fuera.
Todo lo que esta fuera del número es insignificante. No
se le tiene en cuenta a lo que no tiene un número alto. Por eso la política es
conservadora, los medios mediocres, la ciencia la mejor forma de asentar el
capitalismo y el mercado la forma mas cruel de acabar con el mundo mientras los
que se oponen son un grupo de desadaptados, terroristas y anormales.
El número mayor obliga a todos los demás, la tecnoligia
que nace de la ciencia es globalización, los medios de todos son la forma en la
que unos pocos son pisoteados en sus ideas y sus formas de vida. El número
mayor es la expresión real de la disciplina. Hay una forma de universalidad que
nos está matando.
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