LA ESCRITURA Y LA LECTURA EN LA EDUCACIÓN

 Noviembre 2016

ESCRIBIR A LA ESCUELA[1]


¿Qué pasa si no enseñamos y aprendemos a escribir?

¿Para qué escribimos? ¿Por qué aprendimos a escribir? ¿Por qué a pesar de existir hace miles de años, solo comenzamos a escribir hacia seis mil años? Tal vez escribimos para transcender la presencia y alcanzar la ubiquidad, o quizás escribimos porque queremos ser escuchados en algún momento. Algunos piensan que la escritura nos sirve para consignar instantes que merecen ser importantes para la vida y la historia. Pascal consideraba que escribir bien era pensar bien. Incluso se piensa que con la escritura logramos dominar la historia, porque creemos más en lo que está escrito que en lo que se dice. Freinet decía que escribimos para alguien. También solo escribimos para no desaparecer, para no morir, decía Kafka. Meirieu considera que el estudiante que escribe es alguien que lee.

Nos gusta hablar, pero necesitamos de la escritura para mejor fijar las cosas. En cierta forma las palabras no son suficientes, por eso necesitamos fijar las palabras en un papel. Además, la escritura nos ayuda a entender mejor lo que queremos decir, por eso, ella es la mejor manera de transmitir. Sin duda que las palabras que decimos están condenadas al olvido. 

Escribir es poner las palabras en algún lado, en las paredes de una cueva, en un árbol, en la piel de un animal, en una piedra, en la pared, en el papel, en el Word de la computadora. Escribir implica poner palabras en algo, porque queremos decir alguna cosa que nos gustaría que quedara en alguna parte.

Queremos dejar un signo de lo que nosotros somos, de aquello que nosotros vivimos, sentimos, pensamos, por eso escribimos, porque queremos dejar un testimonio para el futuro y darle una densidad a lo actual.  

La escritura nos revela que aquello que nosotros queremos decir nunca será tan importante si nosotros no lo escribimos. La escritura está para que nosotros podamos decir de mejor manera aquello que nosotros solo podemos decir de peor manera. Sin la escritura sentiremos que las palabras se deslizan como la arena que ponemos en nuestras manos.

Escribir no es lo mismo que hablar. Cuando escribimos hay otra imagen de nosotros mismos que emerge. La escritura es difícil porque nos remueve las entrañas, nos hace entrar a unos aposentos que el hablar desconoce. La escritura nos expone, nos vulnera, y nos obliga a dar cuenta de justicia. Cuando nosotros escribimos estamos en un punto en el que podemos ser juzgados, por eso nunca podemos escribir serenamente. Por eso la escritura produce miedo y al mismo tiempo con ella nos sentimos profundamente vivos. 

Todo escrito es juzgado sobre el fracaso o el éxito, la ignorancia o la magistralidad, pero nunca sobre la pasión y el calvario que vive el escritor o la escritora. En realidad, nadie sabe lo que se vive cuando se escribe, solo vemos el mundo que emerge ignorando el precio que se debe pagar para que algo suceda.

En todo caso, para cada estudiante la oportunidad de escribir es un momento para poder crecer. Increíblemente solo el escrito les permite de superarse a sí mismos. Incluso, cada escrito es un desafío nuevo. La responsabilidad de los maestros es estar presentes en el momento que un niño o una niña comienza a escribir para generar confianza, corregir, alentar, y seguir mostrando el camino.

Escribimos para no seguir el camino de la guerra. Algunos quieren transcender por la guerra, nosotros lo queremos hacer por la escritura. Todo comienza en la escuela con el dibujo. Cuando pintamos es porque queremos dejar una huella. La escritura es una huella del pensamiento, así como el dibujo es una huella de los sentidos sobre el mundo. Ambas huellas tienen una distancia entre el que deja la huella y quien la ve o la lee, una distancia que también es geográfica. Tales huellas repiten el gesto del náufrago con el mensaje en la botella, esperando que alguien la encuentre, la lea, la vea, y reconozca la existencia del que escribe o pinta. 

Las huellas las necesitamos firmar. La firma es la posesión de algo que no es nuestro, porque quien lee se hace dueño de lo que escribimos. La firma es más bien el recuerdo de alguien que fue superado en lo que escribe. La firma solo es existencia, no es posesión. Sin lo signos volvemos a la destrucción, al mundo aislado donde morimos por orfandad y soledad. Con la escritura podemos construir y con la lectura podemos comenzar a dialogar.

La escritura no es el mundo, la escritura se hace sobre el mundo, y sobre un mundo que es real, pero que no está a la mano en la realidad. La escritura es pura representación simbólica. El simbolismo evita la caída en la psicosis. Ese espacio del simbolismo es lo que permite que la realidad no nos aplaste, es el espacio de la transformación, de la humanidad a pesar de su demencia, es la historicidad de la historia, de algo más que no esa afuera de la experiencia sino que también le pertenece en su ser más profundo.

Con la escritura contamos aquello que nos habita. La voz está impedida de habitar en la interioridad, la escritura es el medio para contar qué nos habita, por eso cuando escribimos literalmente enloquecemos, mientras la mano gira, junta y plasma algo que supera la memoria, más allá de la disciplina de las correcciones.

Barthes en el prefacio de la civilización de escritura dice que los trazos son las letras con las que construimos el espacio del arte. Escribir es una estética. La escritura es lo que se ve y porque se ve tenemos la posibilidad de leer. La escritura como estética es la lectura. Cuando leemos es porque antes fue escrito, y cuando escribimos es porque estaba encriptado el mundo, la vida, el yo y la esperanza. Con la escritura podemos hablar de algo que no habla, y si antes había sido hablado, hacer que hable para nosotros.

Escribir es el arte más difícil que existe. Los niños y las niñas necesitan de mucho trabajo para entrar en el escrito, también diría que los adultos. Cualquier excusa es buena para no escribir. Nunca aprendemos sin ejercicio, sin disciplina. La inspiración existe, pero solo le llega al que tiene disciplina. Se comienza por colocar correctamente la mano sobre el papel, por enfrentarse a la hoja en blanco. Toda la intención inicia por la mano, para que un día llegue la caligrafía y después de la caligrafía los resúmenes, luego ensayos, y después de la educación, algo que solo eligen algunos que deciden vivir de otra manera, como ermitaños, pues la escritura solo nos permite vivir en soledad.

Es importante que la escritura inicie por sorprendernos a nosotros mismos, que nosotros seamos los primeros interlocutores de lo que escribimos.  Sin embargo, la escritura tiene un destinatario, alguien con quien dialogamos pero que no conocemos pero lo imaginamos. Esa distancia de la escritura no evita el juicio, pero si la expresión inmediata, el no tener una respuesta enseguida que solo sucede con el cara a cara. 

En el fondo siempre que escribimos pensamos pero sobretodo, creamos. Escribir es pensar, no es que pensemos para hablar, tampoco que hablemos para pensar, en realidad, la escritura en la modelización del pensamiento. No tenemos prisa por eso escribimos tal como lo señaló Janus Korzac. La creación no es extranjera al pensar, tiene una filiación, pero cuando se crea lo primero que salta por los aires es el pensamiento.

No escribimos como hablamos, cuando escribimos desconocemos la manera como hablamos. Escribir no es hablar, es escribir. La oralidad tiene otras lógicas diferentes a la escritura. Tampoco es que la escritura sea la impresión del pensamiento. El pensamiento se oculta y muchas veces no permite ser escrito ni hablado a pesar de Wittgenstein. 

Escribir es sufrir, un sufrimiento porque nunca sabemos escribir a pesar de escribir por años.  Sabemos que necesitamos la meticulosidad del relojero para encontrar lo más pequeño, la paciencia de los budistas para recomenzar cuando nada nos sale, la disciplina de los deportistas para superarnos a nosotros mismos, el cuidado de los apasionados por la vida para no abandonar en los obstáculos, la humildad de reconocer que nada pasa por nosotros, pero más vale que intentemos ser una gota de agua en el desierto.

 

¿Por qué la lectura debe ser un hábito?  

El iletrismo es un fenómeno que concierne a los adolescentes y adultos que se beneficiaron de una formación y una escolaridad y para quienes el recurso al escrito no es inmediato ni fácil ni espontáneo.

¿Por qué la sociedad no lee? Pareciera que la lectura fuera un hobby de los intelectuales y una tortura para los estudiantes. Platón en la República comentaba: como hacer entrar en razón a alguien que abandonó la razón. De la misma manera nos preguntamos: ¿cómo se puede aprender a entrar en la lectura, si no nos gusta leer?

Los pedagogos sabemos que la lectura es un asunto de aprendizaje. Un libro es una puerta a otros mundos, y significados. Cada libro es una aventura desconocida. Sin embargo, la utilidad de la lectura, solo la podemos declarar cuando se lee. 

La escritura y la lectura en la educación nos pone algunos desafíos, y uno de ellos es aprender que leer y escribir es un medio de resistencia de todas las formas de dominación, porque cuando se lee podemos acceder a los secretos de la dominación y la hegemonía, y cuando escribimos, podemos reflexionar y encontrar formas de resistencia y libertad.   

Meirieu nos dice que las escuelas protestantes se reprodujeron más rápido por la apertura al libro pues en ellas la interpretación fue libre, mientras que el modelo republicano heredó el catolicismo y el reforzamiento que solo los elegidos son quienes pueden interpretar el texto sagrado. La lectura debe ser abierta a todos, es la única manera de transformar las sociedades desde dentro.

Leer y escribir es transgredir la normalidad, romper con la fatalidad, escapar del destino, por medio del acceso al desarrollo de la inteligencia y el entendimiento de que el mundo que nos encierra no es el único posible. Cuando leemos subvertimos.

Con la lectura podemos construirnos en el universo simbólico. Freire decía que hay que hacer de la lectura un acto de resistencia por medio del cual el sujeto escapa a los poderes que buscan rodear su libertad y tener poder sobre el mismo. Pero también por la lectura podemos acceder a los secretos del mundo y esta es su parte erótica.

Todo texto es un misterio para ser descifrado. Los textos se vuelven raquíticos con los algoritmos del entendimiento. La lectura mantiene su intensidad con el deseo y en las aguas del deseo

Por último, demos espacio y tiempo a la escritura y la lectura en las escuelas para que los niños y las niñas puedan acceder a su intimidad, ser interpelados desde pequeños, romper con esas soledades sociales que nos condenan y sobretodo capaces de construir otro mundo porque han reconocido el sentido profundo del simbolismo.

 

 

Muchas gracias por su escucha



[1] Primer congreso del JELA, UNAE, 2016


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