TUTELA PATRIARCAL Y EMANCIPACIÓN TRANSFEMINISTA: UNA APROXIMACIÓN FILOSÓFICA A LA INTERSEXUALIDAD

  1. Preámbulo

Muchas gracias por la invitación  a  este conversatorio sobre la  tutela patriarcal y emancipación transfeminista, una  aproximación filosófica  a la intersexualidad, un titulo quizás ambicioso para una reflexión muy sencilla que voy a compartir con ustedes.

No pretende dar hacer una cátedra sobre la intersexualidad pues se trata de una cuestión que me desborda por lo desconocido. No soy un especialista de temas de sexualidad. La sexualidad es algo que básicamente pasa por mi cuerpo, mi deseo y mi identidad. Tampoco pretendo hacer una reseña de autores como Foucault, Butler, Hard, Guatarri, Deleuze, al puro estilo académico de las universidades pues me parece que sería un acto aburrido y vergonzoso. En cierta manera este es un acto político en contra de la patologizacion que se hace lo transgénico, de la misma manera que se ha realizado contra la homosexualidad en el siglo XIX y XX y lo político está en un desfase con lo académico.  Hablar de ideas, de autores, de escuelas, es un acto  para  que ustedes verifiquen que se en la medida que puedo jugar a aparentar saber. En realidad quiero trabajar en un estilo que he ido aprendiendo este año que trabajo con algunos indígenas y al que le daré el nombre de vivencial. Para realizarlo lo haré hurgando mi propia historia,  desde el lugar de mi propio cuerpo, bajo una pretensión de familiaridad.    

Para iniciar voy  a partir de una pregunta que me sitúa dentro de la respuesta a dar, con el peligro de hacer una suerte de striptease al entrar directamente al  baúl de mi identidad sexual , y es:  ¿qué significa para mi, un heterosexual que me autodefino, sin fanatismos y con muchos miedos, padre de dos mujeres y dos varones, alguien que ha estado en  varias relaciones con mujeres, colombiano, nacido en una de las regiones más machistas, excura, filósofo, preguntarme sobre la tutela patriarcal y la emancipación transfeminista?

Lo primero que debo reconocer es que en la identidad sexual como hombre, masculino y heterosexual he seguido los cánones trazados por la sociedad. En realidad he sido clasificado como hombre por nacer con pene. Mi condición de hombre  me ha sido asignada antes de que yo me asigne tal identidad. ¿Qué significa para mi cuerpo estar en dicha asignación? Usar una serie de técnicas con respeto a mi modo de caminar, colocar las manos, posicionar el cuerpo cuando hablo. En tal sentido puede decir que apruebo el examen de hombre dentro de la sociedad. Sin embargo ¿qué tan cierto es esto?  ¿No es ello una señal de domesticación? En realidad, ¿esto que ha sido realizado no es lo que Deleuze llama, devenir animal? Si bien es cierto que no necesito sentarme para orinar, lo cierto es que hay muchas otras cosas que van con el cuerpo. Por ejemplo, dentro de la cultura patriarcal me han enseñado que no hay como dejarse intimidar. Los hombres no son compatibles con el fracaso, hablo siempre de mis éxitos y poco de mis grandes decepciones, no lloramos, en efecto me cuesta llorar, ante un insulto los hombres respondemos, así que de las cobardías ni hablemos, aunque perdamos ganamos en nuestro imaginario, los hombres, en fin tenemos que ser seguros no importa que dicha seguridad esconda una gran inseguridad.

Esta manera en que el cuerpo de la masculinidad está envuelta, no basta decir que no es natural, porque hay sociedades donde lo contrario puede ser adjudicado a lo mismo. Lo cierto es que dentro de la corporalidad se conjuntan una serie de comportamientos, discursos y que estos van acompañados de una suerte de artefactos de adoctrinamiento. Para descubrirlos preguntémonos sobre los códigos en los que ha sido creada mi masculinidad y la masculinidad de quizás la mayoría de quienes nos hallamos  hombres presentes en este auditorio.

 

  1. Códigos semióticos  de masculinidad

Para hablar de códigos semióticos de masculinidad, podemos hacer un guiño a Descartes, partiendo de ideas claras y distintas de evidencias en los códigos semióticos  y técnicos en  los que se construyen las identidades, mi “identidad” de hombre, masculino, y heterosexual y contrastarlo con   los códigos semióticos y técnicos de la mujer, femenina y heterosexual.

Esas verdades aparecieron de forma natural y por lo tanto divina o cuasi divina. Dios los creo hombre y mujer y  dios vio que no era bueno que hombre estuviera solo (libro del Génesis). Es mucho mas tarde que descubrí que el concepto de  heterosexualidad y homosexualidad provenían del siglo XIX, no de ningún dios, sino que era una construcción histórica y el uno fue creado para convertir a la homosexualidad en anormal dentro de la sociedad capitalista.

 Desde que nací, se me asigno una identidad por vista médica: era hombre porque había nacido con pene, y no con vagina.  La ciencia determinaba y el sistema jurídico instituía. Esa misma ciencia era la que  había determinado los dos sexos, masculino y femenino y la heterosexualidad como formas predominantes, naturales y legales. La constatación física suponía un código, aunque la carta genética es diferente para cada uno.  Desde ese momento el trato fue diferente, la ropa, los juguetes, los valores. Lo masculino estaba en  vuelto en una serie de preconcepciones culturales.

La educación sexual estuvo ausente en mi tiempo. Mis padres nunca me hablaron de ello. Mis amigos del pueblo me contaban de enfermedades venéreas adquiridas en prostíbulos, de la masturbación para no tener problemas con el sexo, y del miedo a los homosexuales.  Por eso, fue tan extraño que en el aula del colegio una vez apareciera el dibujo de un hombre con pene y de una mujer con su vagina. No logramos distinguir entre el análisis frío y el morbo que esto provocaba en nosotros.  

Mi sexualidad estuvo enfocada en el pene. Todo el placer estaba allí. El inmenso placer estaba en rozar el pene, esto lo había descubierto en mis primeras masturbaciones, lección aprendida por el mayor del grupo de amigos que nos dijo un día, les voy a enseñar la masturbación, así que todos nos dispusimos en la primera lección. Nunca nos preocupamos por saber que le provocaba placer a una mujer. Dentro de un mundo tan machista, el horror tenía que ver con la homosexualidad: un amigo me dijo algún día: prefiero que mi hermana sea puta a que mi hermano sea marica. En ese momento ya tenía elementos suficientes para asentirlo. 

Siguiendo con los códigos, la mamada era asunto de mujeres y maricas. “Mamarlo” era un insulto como el de Maradona ayer en Montevideo. La bella durmiente era la mujer a la espera de alguien que viniera a rescatarla. Los hombres  proponíamos, y si no resultaba para eso estaban las putas. Aunque no se podría tener seguridad de la fidelidad de una mujer, su destino de madres las acercaba a la divinidad. Los hombres teníamos el derecho a ser infieles. Ellas fueron formadas en la inmoralidad de hacer ruido, nosotros en la fortaleza de hablar fuerte. Ellas tenían que aprender a decir si aunque  quisieran decir no, nosotros simplemente nos afirmábamos.  Preocupadas por la depilación, nosotros  por tener barba de tres días, ellas  debían colocar el amor antes del sexo, nosotros aprendimos a tener sexo por el sexo, ellas preocupadas por la bulimia y la anorexia, nosotros podíamos ser obesos y encantadores o flacos y preciosos, ellas  bajo el imperativo de la belleza, nosotros bajo el imperativo del triunfo, ellas con el miedo a ser calienta huevos, nosotros impacientes por coronar en toda relación con una mujer, ellas atravesadas por la depresión, nosotros preocupados por el infarto y el colesterol, ellas con el miedo a admitir que quien realmente te gusta es la amiga, nosotros con el miedo a que nos den por el culo, ellas formadas para agradar, nosotros para dirigir, ellas culpabilizadoras y despreciadas cuando el compañero no las desea, nosotros con la preocupación de que no se nos pare, ellas para saber aguantar complacer y comprender, nosotros para saber beber, ellas para ver novelas, nosotros amantes del boxeo, fútbol, la fórmula uno, la velocidad, ellas con el miedo de ser llamada putas, nosotros con el orgullo de ser putos.

Por último, el deseo, la excitación sexual y el orgasmo hicieron parte de esta domesticación sexual. Los hombres preparados para ver y penetrar, las mujeres para oír y ser penetradas. No podíamos confesar que nos gustaban las caricias en el culo. A ellas se les preparó para ser deseadas, para reconocerse en nuestra mirada de deseo.  La excitación sexual estaba en el acto mismo de mirar. Había que buscar  el encuentro del pene con la vagina. Un beso entre homosexuales aparece como algo que inspira asco y va en contra de la moral. No hay manera de pensar el orgasmo en una relación entre  un agujero y otro.  No había  creatividad cuando siempre se está buscando la penetración.

En realidad, la formación a la heterosexualidad, además de normalizadora ha creado  productos retrospectivos de cierta tecnología sexual que identifica los órganos reproductivos como órganos sexuales en detrimento de la totalidad del cuerpo, una sexualidad ya que no tiene como fin la reproducción pero que sigue inscrita en la reproducción.  

La ciencia ha jugado un papel relevante en estas formas de codificación. ¿De qué manera?

 

  1. La  metáfora performativa de la ciencia

 

¿Qué es masculino y qué es femenino? Las carreras se dividieron por género. La sociedad también. Toda la política se distribuyó. Raro encontrar una compañera filósofa. Los filósofos tenían que ser hombres porque el hombre era más inteligente. Sin embargo las mujeres fueron accediendo a las carreras que antes ocupaban los hombres,  pero con qué dificultad que los hombres dejáramos los puestos de dirección pues parece que a los hombres nos encanta el juego del poder. 

La división de las disciplinas las comenzamos a encontrar dentro de la misma disciplina. Había divisiones femeninas y masculinas como en la guerra. Todo lo dividimos en femenino y masculino. La ciencia identifico una hormona masculina: la testosterona y una hormona femenina: el estrógeno. Sin embargo es falso decir que esto es real. Ya hay una precompresion cuando nos acercamos al fenómeno. En tiempos en que la biología ha ido tomando el papel predominante que antes tuvo la física, la sexualidad aparece como un asunto biológico determinado por células, hormonas, en donde la cultura  y la sociedad tienen un papel secundario.

Luego, soy masculino por la testosterona, y mi condición de hombre esta mas allá de mi opción. Esta mirada resulta muy superficial pues la constatación de la ciencia sigue destruyendo la multiplicidad en aras de la clasificación y la homogeneización. Por qué?  Además, alrededor de la ciencia se han ido creando una serie prohibiciones que revelan la patriarcalidad en que esta se sigue definiendo e instituyendo la heteroxesexualidad.

Además el secreto de lo masculino se guarda muy bien. Por ejemplo,  sobre la testosterona hay una cantidad de prohibiciones, sobre la segunda, hace parte del mercado y de formas de feminización de la sociedad.

La ciencia ha actuado desde una objetividad  dentro de una biopolítica del siglo XIX. Los conocimientos de la sexualidad y la división entre lo masculino y lo femenino es una manera de ejercer el poder sobre la vida. Desde dicha perspectiva se ha ido expandiendo un tipo de determinismo anatómico. En realidad lo femenino y lo masculino es biopolítico esto hace que en las ciencias ya existan un sistema donde esté involucrado la  interpretación cultural, de esta manera la ciencia produce desde marcos que ya han  sido producidos desde antes. En tal medida el sexo va siendo objeto de técnicas políticas. Ser hombre o ser mujer implica formas de ejercicio del poder a través del cuerpo.

Es por medio de la ciencia que terminamos creyendo con absoluta certeza en  la existencia de una masculinidad y una femineidad. Cuando descubrimos este juego de la ciencia, entonces nos damos cuenta que no se piensa que se nace  ni heterosexual ni homosexual cuando en realidad se deviene y que en realidad el ser es un puro devenir. En tal sentido la ciencia, y en especial el psicoanálisis ha creado un falso falo. La ciencia va creando y patologizando. Solo se habla de penes y de vaginas.

De esta manera, lo que reivindica el género o la identidad sexual desde las ciencia va acompañado de exclusiones, pues toda identidad genera  exclusiones, no hay una identidad de gays, lesbianas pues ninguna identidad puede ser esencialista o biológica. Siempre que algo lo colocamos bajo la categoría del ser, lo que hacemos es encerrarlo en una suerte de modo ejercicio de poder.

En sentido estricto, todos somos resultado de una tecnología  muy precisa que limita  el sexo a los órganos y cuando el clítoris es muy grande y el pene muy pequeño, la medicina actúa para operar los sexos, pues la multiplicidad es prohibida y lo que se intenta es integrarlo todo como una de las viejas técnicas del poder.

Es así como por intermedio de la ciencia, los sujetos no pueden quedarse de la máquina de la heterosexualidad, o del género, de esta manera el feminismo tiene un rol conveniente para la máquina. El sistema sigue produciendo lo natural. La máquina científica y jurídica sigue produciendo la identidad sexual.

La identidad sexual masculina o femenina está sometida a procesos de normalización y exclusión, a la naturalización que acompañan a la máquina identitaria de esta manera se cumple lo dicho por Beatriz preciado “las identidades sexuales no existen más allá de los códigos normativos políticos y culturales que los producen, estudian y analizan

La máquina científica esta articulada a los sistemas culturales y políticos. En tal sentido es importante  resaltar los mecanismos del poder, sin embargo lo importante esta en la construcción del cuerpo.

 

  1. A manera de conclusión

     Spinoza pronunciaba una frase en la ética que ha sido objeto de múltiples estudios: nadie sabe lo que un cuerpo es capaz. Esta es una frase que resuena  de manera controvertida en un contexto en el que el espíritu gobernaba el cuerpo, para señalar que la fuerza en realidad esta en el cuerpo. El cuerpo es múltiple y si no lo es, se debe al peso de la cultura y de sus instituciones jurídicas morales y científicas o de conocimiento.


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