EL CONFLICTO POLITICO, APORTES DESDE LA COMPLEJIDAD


En esta corta reflexión voy a intentar hacer un acercamiento al conflicto político y social desde la complejidad con el fin de evidenciar algunas  formas de pensamiento y de acción que se desprenden  de la crítica a las formas de pensamiento y acción cartesianas. Está reflexión pretende ser un aporte al Sistema de Alerta sobre los conflictos políticos y sociales del Ministerio de Gobierno. El documento está dividido en tres partes. Primero es un estado de la cuestión sobre el conflicto. Después abordaremos el pensamiento del conflicto desde Descartes y Morin. Por último propondremos una Ecología de la Acción para  del conflicto político y social.  

  

  1. Estado de la cuestión sobre el conflicto político y social.

 Antes de especificar lo que entendemos por conflicto, quisiera iniciar con otra pregunta que nos llevara a la pregunta inicial y es por qué ocurren los conflictos. Según Edgar Morin, precursor del Paradigma de la Complejidad, el conflicto se origina por  la brecha que existe entre el modelo del pensamiento Cartesiano que nace en El Discurso del Método y la constitución de la realidad. En otras palabras, un pensamiento que divide, categoriza, clasifica, ordena, cuantifica no logra comprender una realidad compleja y se convierte en su mayor enemigo. Por consiguiente la deficiencia es de Método. ¿Qué se le escapa a Morin en el entendimiento del conflicto? Algo que es explicitado por Ranciere y Zizek y que es la comprensión de la política y la lucha de clases.

Para Jacques Ranciére, filósofo emérito de la universidad Paris VIII, sin bien el carácter inminentemente político pertenece al animal humano, siguiendo La Política de Aristóteles, y este carácter no pasa por la voz, pues ella solo es un medio para indicar el dolor y el placer, sino por la palabra que puede manifestar lo útil de lo dañino y lo justo de lo injusto,  (Politica I, 1253ª 9-18), la política va más allá de la definición de lo agradable debido a la definición del Logos. Ranciére (La Mesentente, Galilée, 1995) dirá que la política esconde un Tort original  -equivocación- y  éste es el que nos permite entender que la política se diferencia de una justicia entendida como distribución. En cierta forma cuando la política solo busca el equilibrio o el orden ya deja de ser Política para pasar a ser Policía.

La Política comienza cuando dejamos de equilibrar las ventajas y las pérdidas y nos preocupamos por repartir las partes en común, de armonizar según la proporción geométrica las partes de la comunidad y los títulos para obtener los axiai que son los derechos de la comunidad. Esto significa que debe existir otro modo de entender la igualdad pues la política es más que un contrato que intercambia bienes y servicios, tiene que ver con una igualdad radicalmente diferente a la justicia distributiva. El fondo del problema para esta igualdad es pasar de la igualdad aritmética que preside los intercambios de los negocios y las penas judiciales a una igualdad más geométrica, proporcional al bien común. El inconveniente paradójico es que si situamos a la política en este lugar tenemos que saber que ella no se puede separar de esta equivocación fundamental Tort  y que por lo tanto dentro de ella hay algo que no tiene ni derecho ni razón. Luego, dentro de la política, así sea de izquierda o de derecha, hay algo que no puede ser medido, una parte que no entra en las partes, una equivocación constitutiva.

Esta equivocación constitutiva es lo que le permite a la política encontrar su sentido fundamental y es ser: una permanente lucha contra la dominación. Eliminar la equivocación es eliminar la política. Así, la política esconde una gran decepción, ella no puede ser total, nunca puede haber una relación armónica entre los Oligoi (los ricos) los Aristoi (Los moralistas) y el Demos (el pueblo) En política hay una cuenta que siempre es falsa. Existe un desajuste entre la riqueza, la virtud y el pueblo y este desajuste es el único que permite que haya política. La bella armonía es problemática puesto que no podemos reducir la política a la aritmética de los intercambios. Por lo tanto, el hecho de que haya una no- cuenta o insatisfacción permanente es o que permite que la libertad del pueblo este presente y que le pueblo siga existiendo no como una propiedad determinable sino como lo que es: una pura facticidad. Además es la libertad como propiedad vacía que viene a colocar limites a los cálculos de la igualdad mercantil.

Esa no-cuenta que esconde la Política es lo que no puede ser definido ni por la ley ni por el tener.  Esa no-cuenta, la encontramos entre el pueblo y no entre los Oligoi o los Aristoi. Esos hombres del pueblo no tienen parte en nada. Por lo tanto, el pueblo es el que se apropia de la cualidad común como cualidad propia. Así, el aporte del pueblo es propiamente el litigio. Ranciere dirá: es por la existencia de esta parte sin parte, de esa nada que es todo, que la comunidad existe como comunidad política (Ibíd., pág., 28) No es por el litigio de las Aristoi o de los Oligoi que hay política. Para ellos la política es la ciencia de la dominación de otros. En suma, el conflicto hace parte del sentido mismo de la política, un conflicto natural, en cierta forma, que hace que la política sea la lucha contra toda dominación y donde los sujetos del litigio pertenecen al pueblo.

Para Zizek (El Sublime objeto de la Ideología, 2002)  el conflicto político pasa por la comprensión de la ideología y la lucha de clases marxista, esto hace que perfectamente podemos generar respuestas que nos alejan de los verdaderos problemas de la gente. Por ejemplo, frente a los grandes problemas de explotación que matan miles de personas día a día a escala mundial nos suele preocupar más la posibilidad  por el fin del mundo con el Calentamiento Global. Sin embargo, no podemos trazar una línea clara entre   la ideología y la realidad, esto hace que pretendiendo alejarnos de ella, nos deslicemos hasta su núcleo profundo. Inclusive se nos presenta un problema Kantiano a la manera de una antinomía de la razón crítico-ideológica y es que la ideología no lo es todo, lo cual nos hace suponer que existe un lugar donde se puede mantener una distancia con respecto de ella, pero ese lugar desde el que se puede denunciar la ideología tiene que ser vacío, por tal motivo, al caer en esta trampa volvemos a la ideología porque el único lugar desde donde se puede criticar a la ideología es desde otra ideología.

Para Marx (La Ideología Alemana) la ideología propiamente dicha emerge con la división del trabajo y de clases. La ideología no son ideas erróneas, no es inmediata. Ella es producto de la elaboración de intelectuales con el fin de sostener relaciones de dominación existentes. Luego, la ideología no surge de la vida misma, llega en la medida en que la sociedad es regulada por el Estado, por lo tanto la ideología no es pura espontaneidad, -al contrario de lo que afirma Zizek-  es una imposición organizada, es una tensión.

Derrida (Spectres de Marx, Galilée, 1993) al utilizar el término de espectro indica la pseudo-materialidad que subvierte las oposiciones ontológicas clásicas entre la realidad y la ilusión. No hay realidad sin espectro porque la realidad no es la “cosa en sí” kantiana sino que está ya desde siempre simbolizada y el problema es que está simbolización siempre fracasa, porque nunca logra cubrir lo real (Lacan). Zizek afirma que la realidad nunca es directamente ella misma, se presenta sólo a través de su simbolización incompleta/ fracasada y las apariciones espectrales emergen en esta misma brecha que separa la realidad de lo real. En consecuencia, desde el conflicto político y social hay muchos fenómenos espectrales que intentan llenar el hueco de lo real, por eso no hay una línea divisoria entre realidad e ilusión, lo cual problematiza la comprensión del conflicto de Morin que pretende buscar lo real en el alejamiento de las ilusiones. En otras palabras, lo pretendido por Morin, es imposible para Zizek. Por consiguiente tenemos que aceptar que en la comprensión del  conflicto la ideología está presente con sus espectros e ilusiones.

Para Zizek, la realidad es el pas tout, nunca es completa, no por perspectivismo Nietzcheano, sino porque la realidad reprime algo que es irrepresentable y en el que se funda la realidad misma. Esto que reprime es la lucha de clases. Por lo tanto en el conflicto político y social desde el gobierno podemos también reprimir la lucha de clases. Pensar como muchos intelectuales que todo es un asunto de adaptación a la sociedad  y de funcionamiento del Estado es entrar en la lógica hegemónica. Otra manera es concebir a la lucha de clases como aquello que designa el antagonismo que impide a la realidad su objetividad. Nadie por consiguiente puede ser objetivo ni neutral en los conflictos. Así, la realidad del conflicto esta impedida de encerrarse en sí misma.   

La lucha de clases como principio del conflicto político y social hace que no pueda existir ni un principio ni una compresión totalizadora de la sociedad. Además, esto hace que tengamos que desconfiar de las totalidades racionales porque los sentidos que podemos construir necesariamente los hacemos desde la tranquilidad de un puesto burocrático, o/y desde nuestra condición de privilegiados, o/y desde nuestra identificación con las luchas de las y los pobres. Es decir, no hay un principio totalizador que pueda hacernos entender qué es el conflicto, simplemente porque todos ocupamos un lugar dentro de la lucha de clases.

Por último, la lucha de clases como aquello que se reprime en la realidad y que seguramente reprimen quienes están interesados en evitar el conflicto político y social, se asienta en una paradoja  que releva Zizek y es que la lucha de clases es lo que separa a la sociedad entre ricos y pobres, hombres y mujeres, occidentales e indígenas, blancos y negros, pero también es lo que la mantiene unida por éste antagonismo que divide e impide el cierre en una totalidad racional, transparente y armónica. En consecuencia, el gesto perverso frente al conflicto es borrar las causas de la existencia de la lucha de clases porque desde el lugar de la solución del conflicto la única salida que tienen es la de eliminar la propia causa y esto es lo que perversamente sucede con el consenso y el dialogo a manera de un final casi obligado. Así, la racionalidad del conflicto es una empresa imposible porque la lucha de clases es algo que no se deja objetivar.

El grave problema de lo que acabamos de decir es que hoy se reprime doblemente la lucha de clases desde el género, lo étnico y la democracia. Todos quieren hacer realidad el sueno de la New Age, el equilibrio natural entre los opuestos cósmicos. Todos quieren vivir felices en un mundo donde todos caben con diferencias que no tocan la cuestión inhumana inherente a la acumulación del Capital. Las feministas piensan que está acentuado el principio masculino, así, basta con equilibrar con el principio femenino y quizás más adelante con principio gay y después con otros principios como el ufológico. En cierto sentido, rompemos las representaciones por irrepresentables para seguir acentuando a la política como un mero teatro de sombras desde la diversidad y la diferencia.

 

La crítica a las formas del pensar  tradicionales de enfrentar el conflicto

 ¿Cómo se piensa el conflicto Político y Social? Desde las ciencias políticas occidentales, -para que no se molesten los posmodernos multiculturalistas- preexiste la idea que el Estado en un conciliador de  conflictos, que es igual a decir que es un generador y represor de los mismos. En Hobbes, Locke y Rousseau, los conflictos hacen parte de un universo presimbólico que se elimina con el Contrato. De esta manera se conforma un estado que en lugar de preguntarse por el conflicto, tiene una posición combativa frente a él. El Estado tiene que ser el lugar donde todos nos podamos entender. Esta postura se agudiza hoy con los filósofos del lenguaje y de la comunicación:  Wittgenstein, Searle, Grice, Appel y Habermas, entre otros. En una aceptación explicita e implícita de la Modernidad como marco fundador de la política, el conflicto Político y Social no es más que una patología comunicacional. Algo falla en la interlocución cuando advertimos de un conflicto[1]. Esta forma de pensar por supuesto que coincide con la ideología Neoliberal y sobre la que advierte Jacques Poulain tiene como consecuencia la eliminación del juicio de verdad.

Para Edgar Morin, el Conflicto Político y Social se origina en un error de método, no por casualidad sino porque la manera como pensamos la sociedad y la política genera errores, ilusiones y cegueras. Estas formas de pensar se originan en el Discurso del Método de Descartes que conforma la estructura epistemológica desde la Física hasta las Ciencias Políticas.  ¿En qué consiste estás formas de pensar generadoras de conflictos? 

·       Una primera forma es la de buscar principios simples y leyes generales que expliquen los conflictos. Creemos que el mundo de los fenómenos puede ser abordado desde la simplicidad cuando las realidades tienen cada vez más configuraciones complejas, es decir son multicausales, polifuncionales, están atravesadas por factores transversales y contienen dimensiones transdiciplinares. El discurso simple reina en el mundo político. Las leyes generales tienen una causa que supuestamente es básica para entenderlo todo. En cualquier conflicto, casi todo el mundo sabe por qué se origina y cree saber cómo solucionarlo. Lo cierto es que a pesar de las aplicaciones de estos principios simples y de leyes generales los conflictos siguen ganando en intensidad e inclusive pueden mutar en otro tipo de situaciones. Esto no quiere decir  que los principios simples no tengan importancia, porque muchos problemas se pudieran arreglar de una manera simple siempre y cuando el principio simple sea el pertinente, lo que sucede es que ante la complejidad, elegir el principio correcto implica el conocimiento contextual de los fenómenos.

·       Una segunda forma de pensar los conflictos es la que se desprende del principio de simplificación es el principio de reducción y de disyunción. Los conflictos políticos y sociales suelen ser reducidos a la dimensión política. Ver las cosas desde lo político es una tautología repetitiva. La debilidad del reduccionismo es que deja de lado las dimensiones culturales, económicas, sociales, medio ambientales, psicológicas, antropológicas que hacen parte del conflicto. En cierta forma, la política no se puede separar de estos otros aspectos. La paradoja es que reducir es un dispositivo epistemológico que nos ayuda a comprender pero que sin embargo genera espacios de ceguera preocupantes. Por ejemplo, si el fenómeno del Narcotráfico se reduce solo a un aspecto económico, otros conflictos se desprenden de su tratamiento. Además, el principio de reducción va de la mano con el principio de disyunción por tal motivo nosotros pensamos regularmente de la siguiente manera: o lo uno o lo otro, cuando, en realidad, suele ser lo uno, lo otro, en intensidades diferentes y otras cosas más.

·       Una tercera forma de pensamiento sobre el conflicto es la obsesión que tenemos por la universalidad: creemos que solo podemos utilizar principios universales porque “solo hay ciencia de lo general”. La crítica a la universalidad por su origen hegemónico está dada en el discurso filosófico y político actual. En consecuencia, no nos atrevemos en el conflicto a inventar soluciones que aparecen en lo local, en lo singular, o en las contingencias residuales. En cierto sentido, la solución a un conflicto la tiene el experto en conflictos que ha sido formado en una universidad norteamericana o europea. La modalidad de las recetas es muy propia en este campo. Se deben seguir el mismo protocolo y nadie puede atreverse a pasar por encima pues sería un atentado contra la ciencia  que en realidad es una burla del poder y sus representantes.

·       Una cuarta forma es la eliminación de la irreversibilidad temporal: muchos de los conflictos pudieran evitarse si existieran pensadores complejos. Después que algo ocurra no hay como evitar que haya ocurrido a pesar de vivir como si nunca haya sucedido. No podemos evitar aquello que ya sucedió, pero si podemos prevenir que vuelva a ocurrir. En realidad la salida es muy Sartreana: no soy dueño de lo que sucedió pero si soy dueño de hacer algo con lo que sucedió.

·       Una quinta forma es pensar por partes simples o por unidades de sistemas los conflictos: analizar es dividir en 1. 2. 3. etc., Las instituciones del Estado y Privadas se han conformado con el modelo Newtoniano de la máquina del siglo XVIII. Las máquinas tienen piezas y engranajes que pueden ser reemplazados cuando la máquina tiene algunos problemas. Además, algunos “iniciados” pueden creer que la máquina es obsoleta y buscarán cambiarla por una máquina más nueva, como la introducción de los TIC’s. El problema es que a casi nadie se le ocurre salir del modelo de la máquina. Normalmente los conflictos son tratados en la forma de la máquina: se le apunta al lugar y a la persona que origina el conflicto sin percatarse de las redes que envuelven al fenómeno social. Por eso es contraproducente pensar el conflicto desde el modelo de la máquina.

·       Una sexta forma es pensar que el conflicto político y social se elimina cuando es reducido al principio del orden. Nuevas leyes deben surgir con los conflictos. Todo tiene que ser ordenado y ordenarse. Nada puede quedar fuera del control. Supuestamente, las organizaciones funcionan por las leyes y los principios. No ver sino ordenes es desconocer que los ordenes se originan en desordenes y caos, y se organizan y auto organizan en medio de ellos. Los ordenes que intentamos buscar y construir todo el tiempo pueden ser los dispositivos que disparen nuevos desordenes. Consideramos que los azares son apariencias debidas a nuestra ignorancia y que son las leyes generales las que gobiernan todo.

·       Una séptima forma es la de pensar en causalidad lineal, superior y exterior a los objetos. Todo conflicto es multicausal, mientras tanto el cartesianismo sigue buscando una causa central. Las causas se piensan lineales por ese motivo muchas de las intervenciones pueden generar peores e inmanejables conflictos. No ver las circularidades de los fenómenos es exponerse al efecto boomerang en el que las soluciones se regresan a nosotros para pedir nuestra cabeza.

·       Una octava forma es reducir el conflicto a la cuantificación y la formalización en un análisis que separa al objeto del medio y al ser del objeto. Desligar el conflicto del contexto es convertirlo en incomprensible. Los conflictos tienen que ver con las culturas, las historias y tantas otras cosas que no son visibles de manera inmediata. Presentar un conflicto desde la cuantificación hace que la complejidad desaparezca. Demostrar que el análisis de un conflicto es objetivo y neutral es casi como intentar demostrar que quien genera los conflictos es Dios o la Pachamama y quien los puede solucionar son ellos dos. La objetividad  y la neutralidad en los conflictos es la mayor de las mentiras. La línea que separa la descripción de la argumentación es difusa. La descripción normalmente descansa en estructuras argumentativas, tal como lo dijera Ducrot. En realidad toda objetividad es subjetiva e inconsistente. Probar lo contrario es del ámbito de la fe.

 

 La ecología de la acción y los conflictos políticos y sociales

 Las acciones no están separadas de los pensamientos, no por esto le damos la razón a quienes afirman que un buen pensamiento es la mejor acción. No, un buen pensamiento es un buen pensamiento que logra inspirar a las acciones. Desde la complejidad vale la pena intentar comprender las acciones para solucionar los conflictos políticos y sociales.

Lo primero es reconocer que las decisiones que tomamos frente al conflicto social no abandonan en ningún momento su carácter de apuesta. No estamos diciendo que las decisiones no tienen que ser racionales, tampoco que no tienen que ser colectivas, o que la emoción no quede fuera de lugar. Todo esto es para tenerlo presente. La cuestión es que la racionalidad es parcial, que la colectividad no es ningún lugar epistémico sagrado y que las emociones no conforman una totalidad con las decisiones. Al final, toda decisión es una apuesta que hacemos desde los anteriores ámbitos. Por tal motivo puede ser que resulte o no. En consecuencia, no hay fórmulas deterministas para los conflictos, sólo Harward pretende venderlas.

Si la apuesta está colocada en la sustancialidad de las acciones, cualquier acción que emprendamos no elimina la condición de riesgo e incertidumbre. Luego, la política hace su apuesta así como se hace desde el campo religioso según Pascal.

En cierto sentido la apuesta y su relación con la incertidumbre nos recuerda la famosa frase de Euripides: los dioses nos dan muchas sorpresas: lo esperado no se cumple y para lo inesperado un dios abre la puerta. Morin se refiere a como en siglos anteriores se creyó en un futuro repetido, acumulativo y progresivo. Sin embargo, el futuro que se pensó entra en interrogación y su impredecibilidad se chorrea por todos lados. De hecho, no hay conocimientos ciertos, Todo conocimiento tiene el riesgo del error, la ilusión y la ceguera. Las certezas dogmáticas, intolerantes y doctrinales contienen muchas ilusiones. Lo más sano es tener conciencia del carácter incierto del acto cognitivo.

Segundo, las acciones frente al conflicto deben ser estratégicas, lo cual no quiere decir que no deben ser planeadas. Las acciones estratégicas no designan un plan determinado. Para construir buenas estrategias se requiere imaginar los diversos escenarios que se pueden crear a partir de ella y aquellos que pueden ser modificados. En cierto modo la estrategia es del ámbito de las acciones posibles. A diferencia de los planes que son fijos, lineales y luchan contra el azar, las estrategias utilizan y aprovechan el azar. Una buena estrategia utiliza errores del adversario.

Tercero, las acciones no son del dominio de las intenciones. Las intenciones no hacen a la acción. Morin dice que nosotros no tenemos el control de las acciones desde el momento que estas  salen de nosotros, es por ese motivo que toda acción tiende a crear bifurcaciones y derivas, en otros términos, muchas de las acciones que nacieron en buenas intenciones se convirtieron en fuentes de enormes conflictos políticos y sociales. Por consiguiente el dominio de la acción es aleatorio y ridículo. He aquí la ironía de los sistemas de control y de las leyes, que nosotros podemos estar muy tranquilos cuando en realidad estos están allí a manera de olla presión. En realidad la acción tiende a escapar a las intenciones y puede regresar en la forma de Boomerang sobre nuestras cabezas. La visión lineal de las acciones es mutilante. Por ejemplo la política del petróleo solo consideró los recursos, sus expertos olvidaron la historia, la política, las religiones, los mitos, por eso estos factores pueden regresar y vengarse  de quienes intentan manipular las acciones. Algunos creen que se domina la acción porque conocen las entradas y las salidas al sistema. En complejidad, la ecología de la acción es tajante: las acciones no se pueden predecir.

Cuarto, para el conflicto Político y Social lo mejor es prepararnos para lo inesperado. El error mayor es ser triviales. La prepotencia es letal en estos casos. Todo lo importante suele venir en el vehículo de lo inesperado.  Es paradójico prepararse para lo inesperado porque precisamente esto no se puede preparar,  por ello necesitamos del pensamiento complejo, porque nos da varias posibilidades de acción. Desde la complejidad no podemos dormir en la apariencia mecánica. Lo que sucedió ayer de pronto no se repite y lo que sucede hoy no sucederá indefinidamente. Todo esto no implica rechazar el determinismo, sabiendo que el descubrimiento no se puede programar.

Quinto, ir más allá de las discusiones morales de los fines de los medios. Existencialmente los fines siempre han justificado los medios. Los medios no están subordinados a los fines. Hay fines que hacen inservibles a los medios y medios que dan sentido a los fines. Morin (Los Siete Saberes Para La Educación del Futuro) afirma que, las acciones perversas pueden conducir a resultados excelentes, además la pureza de los medios no es absolutamente cierto que conduzca a los fines deseados.

 

En conclusión

 En breve, el conflicto político hace parte de la política pues en la medida que la política sea una lucha contra la dominación, el conflicto es consustancial a la política. En el núcleo de la lucha contra la dominación nos encontramos con la lucha de clases, por tal motivo el ordenamiento de la polís y la funcionalización de la cité son líneas contrarias a la política misma. Dicho conflicto se agrava con el modelo cartesiano del pensamiento y su prolongación pragmática. Su consecuencia inmediata para el Estado es no defender ordenamientos injustos, luchar por una igualdad real, transformar los sistemas máquinicos burócratas  y permitir la expresión política de esa no cuenta de los que no tienen parte que se deriva del Demos  y que genera conflicto entre con los ricos y los pretendidamente virtuosos de la sociedad. Por consiguiente, más que prevenir el conflicto tenemos que sostenerlo, permitir su expresión pues de su manifestación depende la vitalidad de la política.



[1] El cinismo inocente de Habermas aparece en la entrevista que concede después del acontecimiento del 11 de septiembre  y al que se refiere como una distorsión en la comunicación, publicado en el libro La filosofía del Terror


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