A PROPOSITO DE LA POLITICA Y LA CONSTITUYENTE


Esta reflexión nace por la petición de algunas amigas y amigos de movimientos sociales y políticos quienes me han pedido un aporte con ocasión de la Asamblea Constituyente. Por lo tanto su pretensión no es más que colaborar con el debate de algunos de los sujetos -mujeres y hombres, organizaciones, movimientos- que están inmersos en una política activa y emancipatoria a partir de la pregunta: ¿qué es la política hoy?

La relevancia de esta pregunta se origina en la tesis del Cambio de Época de la Red Nuevo Paradigma (2007). La política del siglo XIX fue revolucionaria, la política del siglo XX fue la política de partidos, señala Badiou (2002) hoy la política se encuentra en crisis por su modelo representativo subordinado al Estado y el acceso y ejercicio del poder. La crisis se origina porque la Época cambió y convierte a todas las instituciones del Estado en vulnerables, por lo tanto, ¿qué política para hoy?  

Esta es una pregunta que suscita otras preguntas las cuales las podemos catalogar en tres tipos: el sujeto, la emancipación y el poder. Sobre el sujeto: considero que la política de partidos entro en su obsolescencia. Las últimas elecciones no solamente indican que el Partido Social Cristiano está en agonía, indica también que la política de partidos que buscan acceder al Estado ha perdido su legitimidad, su trayectoria  y sus significados. Ante está crisis tenemos una necesidad histórica: definir nuevos sujetos políticos por medio de una nueva política. ¿Serán los movimientos, las organizaciones, la ciudadanía, los grupos étnicos, los movimientos de mujeres el nuevo sujeto?. Qué tan importante es la multiplicidad de los nuevos sujetos? Su definición es colectiva. Lenin en su escrito Qué hacer? (1912) decía que la única manera de hacer política es por medio de los partidos. En efecto, los partidos en la política del siglo XX fueron un absoluto. Para su momento el partido era la vía indispensable de hacer política subordinada al Estado. Este modelo está en crisis porque su subordinación al Estado agota la política y solo la explica bajo el poder. Luego la pregunta es ¿qué sujetos políticos y qué política emancipatoria para este mundo?

Sobre la emancipación: emancipar la emancipación de sus obsesiones estructurales sin sujetos, de lo sujetos sin estructuras, de las estructuras sin instituciones, de las instituciones sin cultura, de la cultura sin clase, de las prácticas sin ideas, de las ideas sin pasión, de los dispositivos sin la ley, de la ley sin nuevas antropologías y de las antropologías sin ética. ¿Las revoluciones obreras, las revoluciones civiles, los levantamientos indígenas que eficacia han tenido? ¿Este es un tiempo de revoluciones o de reformas? ¿Los partidos cambiaron algo? ¿Se puede seguir haciendo política solo en dirección a la apropiación del poder del Estado? ¿Qué tan fundamentales son los caracteres étnicos y de género para la emancipación? ¿Qué son políticas emancipatorias en un mundo globalizado y neoliberal? ¿Por qué la emancipación ha sido abandonada por la Economía del Mercado? Si la competitividad es contraria a la igualdad y la emancipación es lejana al comercio sólo nos queda la política de los derechos? Tras la política de los derechos aparece “la bondad” de los hombres y mujeres blancas occidentales dirigidas a “salvar”  un sujeto que, se cree, no conoce la democracia ni garantiza el ejercicio de los derechos pues básicamente es una animal sufriente que solo podría vivir socialmente bajo el control, la moral y los derechos de Occidente. 

Sobre el poder: el poder es el plato favorito de la política de partidos. Acceder al poder negociando hasta con el diablo o por cualquier medio, esto lo conocen todos los partidos y movimientos del siglo XX. Arribar al poder ha sido una cosa urgente e incuestionable. Así como muchos aspiran a ganarse la lotería o ser ricos para hacer algo por los demás, en política se busca llegar al poder para cambiar algo. No obstante, esto no ha sucedido. En general, se llega al poder para dejar las cosas como están o peor. La institucionalidad del estado suele funcionar como una maquina antidemocrática que se sostiene con discursos democráticos. No importa quien llegue al poder, los efectos son los mismos. Ellos quieren cambiarlo todo sin pensar en la máquina colonizadora que pretenden conducir pero que en realidad los conduce a ellos. Lo importante es llegar al poder, “tener el poder. ¿Para qué? Cuando se llegue lo veremos, parecen decir. El poder origina una seducción de la que aparentemente nadie puede escapar, por tal motivo los griegos pensaron en que los gobernantes debían ser hombres virtuosos. La antropología Semita también advirtió sobre las cegueras que produce el poder por tal motivo la importancia del Dios del Pentateuco. Llama la atención la ingenuidad de la izquierda en el poder y la indecencia de la derecha angustiada sin él. Pero, no es acaso éste el momento de pensar el poder lejos de la subordinación al Estado, o de pensar en un no-poder que invierte totalmente los términos que han estado vigentes en la política?

Para responder a la pregunta sobre ¿qué es la política hoy? vamos a iniciar nuestra reflexión desde escenarios locales y regionales marcados por significantes y significados que se repiten en diversos lugares. Iniciaremos por la comunicación como la fuente primaria de los actuales significantes en política.

  1. El acceso a los significantes por medio de la experimentación

Los Medias han tenido un puesto fundamental en lo político –no es lo mismo el término política- en los últimos años de la vida política del Ecuador. Su rol ha sido clave en la caída de algunos de los últimos gobiernos. Sus posturas obedecen a intereses de grandes capitales dentro de estrategias de poder, a pesar de su alardeada postura crítica objetiva y neutral. Sus acciones suelen estar marcadas por la indecencia puesto que la verdad se doblega constantemente contra los intereses en un manejo obsceno de las opiniones y de la información.

Su última postura, en torno al derecho a la libertad de expresión y la democracia en América Latina, nos señala que la política Neoliberal se hace hoy por la comunicación. Los medios son los lacayos de una sociedad de mercado más allá de las posiciones críticas de algunos de ellos. En cierto modo su crítica es reciclada debido a las posturas hegemónicas que la sostienen. Su uso es vital para la domesticación política. En Ecuador, algunas de las instituciones estatales han estado obligadas a reformarse en los últimos meses –todavía no a cambiar- mientras que los Media emergen con omnipotencia bajo una auto/comprensión de bondad y buenas intenciones que oscila entre aspectos de victimización y de moralina. Su justificación reposa en la libertad de opinión que además de ser su simulacro, abre el espacio a la mentira, la manipulación y la calumnia, sin ningún dispositivo de diferenciación, de la misma manera que el derecho a la Propiedad Privada no excluye el robo y la especulación que le es consustancial.  

¿Por qué la omnipotencia de la comunicación hoy? Estamos en un mundo pragmático donde la principal pregunta no es el por qué? sino el cómo? Sorprende que la mayoría de tecnócratas de los gobiernos locales, Nacionales, las universidades y empresas en general piensen que los diagnósticos no tienen cabida. La famosa pregunta sobre qué hacer? Se repite en todos los espacios creyendo que sus contenidos son suficientes y necesarios para entender qué pasó?   

Para Badiou (2004) la gran falacia de los Media está en el soporte de la Verdad. La comunicación depone la verdad por las opiniones o las representaciones de verdad. No se pregunta si lo que se dice es cierto o no. Lo importante es opinar, decía un periodista, no importa que no se pueda justificar, ni confirmar lo dicho. En cierto modo, no hay duda que las opiniones son la base de la sociabilidad. Se puede hablar de los últimos acontecimientos de Carondelet, del Congreso, de las opiniones del Alcalde de Guayaquil, de los salarios, la Copa América, de los problemas con la basura, la última película, las vacaciones, las atrocidades lejanas o próximas, los sinsabores del tiempo, la música, etc. Conversamos haciendo sociabilidad, más o menos como cuando nos subimos en un taxi y preguntamos al chofer sobre algunos de estos temas arriba señalados. ¿De qué hablaríamos si no existiera esto? ¿A qué silencio deprimente estaríamos condenados? Pero las opiniones no tienen un gramo de verdad o de falsedad, afirma Badiou, la verdad no se comunica, lo único que se comunica son las opiniones. El problema es que esas opiniones pretenden ser dichas como verdades irrefutables, objetivas y neutrales por medios que no lo son, invisibilizando las relaciones de poder que sustentan los enunciados.  

Los Media son supuestamente el sostén de una sociedad democrática donde se ejerce el derecho a opinar. La supuesta negación de ese derecho coloca al ejercicio de la política actual de izquierda en cuestión. Sin embargo no existe una sociedad democrática, ni una institución de ningún tipo democrática, ni un Estado democrático, ni una Iglesia democrática y mucho menos un medio de comunicación democrático. Por ejemplo, el decir de los medios esta atado por el Rating. Este es el dios que quita y pone temas, personas y flujos. El decir depende de la audiencia o, en términos reales, de la clientela. Si lo que se dice, veraz o falaz, no tiene audiencia, no tiene porque ser dicho. Lo mismo ha pasado con la desaparición de muchas carreras en la universidad. Esta es la lógica del mercado que se sustenta en un concepto de libertad de mercado y que sin embargo atenta profundamente contra la libertad. Pero la parte perversa del asunto es que todo descansa en un dispositivo autista en el que conceptos como la audiencia de los medios, los clientes del Mercado o el pueblo de la política son la última justificación de algo que solo se fija en la gratificación de los deseos o en el carácter hedónico del lenguaje.  

El ejercicio de los Media, de la misma manera que la Economía, dependen de algo que se viene desarrollando desde inicios del siglo XIX y es la experimentación pragmática del mundo reflexionada por el filósofo Jacques Poulain (1998). El mundo está siendo experimentado de ahí la insistencia en el lenguaje durante todo el siglo XX. La anulación del juicio de verdad es la consecuencia más importante de un mundo de experimentación. Por ejemplo el desarrollo del Marketing mide los efectos de la comunicación, dispositivo que lo vemos en la política actual. Las preguntas que se pueden hacer en un  grupo focal circulan en torno a conocer la gratificación del deseo a partir de los mensajes. Medimos los efectos sin hacernos más preguntas. En efecto la política actual se guía por los sondeos y las encuestas de opinión. Los políticos pueden cuestionar el origen de algunas encuestas pero sin escapar del esquema de gratificación. La presencia de personajes políticos que no vienen de la política sino del modelaje o el deporte sólo se explica desde el dispositivo de los efectos de comunicación en la política. En el mercado hay normas de calidad, pero lo que importa es la gratificación del deseo de los consumidores, para ello utilizamos ciencias como la psicología para  determinar en detalle la manera en que un producto puede ser consumido.  En la política un recurso a la religión, si gana adeptos, es bueno para la política, por eso estas compañías tienen gran éxito hoy en día. Estos dispositivos son ampliamente conocidos por quienes vienen del mundo del mercado, y  la pretendida izquierda suele caer en este juego, a veces de manera absurda porque la insistencia en la confrontación se puede medir buscando solo el desarrollo de una imagen por encima del pensamiento estratégico que nos puede señalar el carácter innecesario de muchos de los conflictos actuales.

La comunicación no mide la experimentación, ella está a su servicio. Decimos midiendo o sin medir el impacto de lo que decimos o vemos. Deliberada o inconcientemente todo puede ser medido. Por eso la comunicación es el gran negocio. Experimentamos por la comunicación en la política, el derecho, la ética. En política se llama acto político a dos líderes que se estrechan la mano frente a una cámara de TV independientemente de si tienen inconmensurables diferencias. El efecto es lo que importa. Se dice para provocar algo, se toma una imagen para desviar, insinuar, cambiar una determinada opinión. En efecto, la comunicación se reduce a los efectos dinámicos de la adhesión o del rechazo que provoca.

La condición básica para experimentar es neutralizar todo conocimiento. No importa que no haya un plan, que no se trabaje sobre objetivos de país o con políticas sustentables a las que se refiere José De Souza,  – son políticas a mediano y largo plazo-. La experimentación y sus mecanismos están allí, cazando efectos. No es que vivamos en lo urgente dejando de lado lo importante, es que en la experimentación solo se puede vivir en lo urgente y coyuntural. Desde el momento que la maquinaria de la experimentación comenzó a operar, la vida psíquica y social se convirtió en  un espacio de incertidumbre. En la sociedad experimentamos con la política, con la ética, de la misma manera que lo hacemos con la ciencia. En la vida psíquica la experimentación es una de las condiciones básicas en la constitución del individuo, al fin de cuentas no tenemos nada que perder, decimos desde el argumento de la pérdida/ganancia. Por consiguiente la incertidumbre no es la consecuencia de la pérdida de los referentes básicos y un saber que debe ser enseñado, tal como aparece en la complejidad de Morin,  debido al colapso de los grandes proyectos y de las promesas del futuro o los Meta-relatos de Lyotard. Estamos lanzados a la incertidumbre para mejor experimentar pues la experimentación solo es posible con la anulación de la verdad.

Al mismo tiempo que sucede la sumisión experimental a los efectos de verdad, dice Poulain, hay un encadenamiento ciego de todos a la acción. El vértigo del hacer, de tener que hacer, de demostrar que hacemos, debe hacerse visible. La sociedad está acelerada en los ritmos de la educación y en los vehículos de la tecnología. No importa que las culturas, las sociedades, la infraestructura y la educación no este preparada para los grandes cambios. No podemos perder el tren de la historia, tenemos que montarnos en el vagón del mercado, dicen los gurús de la economía. Lo mínimo que necesitamos para experimentar es un acuerdo bajo el respeto incondicional a éste. Por tal motivo, la mejor manera de avanzar sin preguntar hacia dónde o por qué, es por medio del consenso, de los acuerdos o del dialogo. Todo se resuelve con el dialogo porque los efectos ya han renunciado a la verdad. Por qué protestar si podemos dialogar, se les dice a los jóvenes sin futuro. Por qué hacer paros si podemos llegar a acuerdos, escuchan los grupos condenados desde siempre a la exclusión. Por qué decir no a los TLC si podemos arribar por medio de consensos, se les repite a los países pobres, víctimas ellos de saqueadores que ahora les invitan a sus mesas  para negociar. La sociedad de la experimentación es la sociedad de la tachadura de la negatividad o del bien absoluto (Baudrillard 2006) Estamos en la realización del amor cristiano donde la verdad debe quedar supeditada al sacrificio por el bien de todos tal como lo señala el apóstol Pablo en la Carta a los Corintios.

Así de la misma manera que la crítica kantiana realiza el acuerdo entre el pensamiento y el ser, ya que las condiciones del conocimiento coinciden con las condiciones de la experiencia, la razón pragmática logra ajustar el arreglo entre  la experimentación total del mundo y del hombre bajo la forma del acuerdo. De ese modo el uso de la palabra  y del pensamiento está condicionado por el consenso. Luego, no podemos hacer política sin consensos, y los seres humanos devenimos por el acuerdo. Bajo esta condición no tenemos necesidad de controles pues el carácter antropológico del lenguaje asegura que el acuerdo sea la base fundamental de control y la explotación social, familiar e individual.   

Dentro de estos acuerdos nacidos en el lenguaje nos encontramos con algunos significantes en la política actual sobre los que queremos reflexionar a continuación.   

 

  1. La tachadura de los significantes de territorio

Un primer significante es el relacionado con dos grandes imaginarios/expresiones  que aparecen en los discursos habituales que transportan los Media, en nombre de la Opinión Pública. El primero es la actualidad del término soberanía, el cual tiene ecos en algunos gobiernos de América latina. Este término coloca a las políticas políticas extranjeras bajo sospecha –Norteamérica y sus Transnacionales son las que normalmente están en cuestión-. No se trata solo de una postura de política exterior que es totalmente verificable en la realidad interior, su importancia radica en criticar  la política Neoliberal que hace de la economía la disciplina que dictamina la política hasta el punto de la eliminación de toda política de emancipación. La desregulación fiscal y la eliminación de impuestos fortalecen el goce del mercado  que en términos lacanianos amplia el significado de la plusvalía por el pus de goce de la jouissance.  

El segundo imaginario/expresión es la imagen fuerte de una región que da identidad a quienes viven y nacen en ella. El regionalismo ya no se hace entre una región y otra, como hasta ahora ha sucedido, se hace entre la región y el Estado definido hoy por políticas emancipatorias. El Estado es el principal enemigo de la región, se afirma desde la localidad. La localidad se pierde en lo nacional. Entonces, el bien común es reducido, dentro del discurso, al bien de la región, que en realidad, lo mismo que con el bien de todos, corresponde al bien de unos pocos.   

Ambos imaginarios/ expresiones nos hacen recordar una frase que Lacan citaba en su escrito De Kant a Sade y que dice lo siguiente: “Viva  Polonia porque  si no hubiera Polonia, no habrían polacos”. En dicha frase, más allá del humor, nos llama la atención la insistencia de este modelo de significante en la política nacional y con mayor fuerza en la política regional. De la Nación pasamos al gobierno local cambiando muchas cosas y con una efectividad sorprendente en la región pues como en las iglesias pequeñas, el éxito pertenece a lo pequeño por escala. Además estos regionalismos se asientan con mayor fuerza en lugares donde el discurso de mercado es su credo y la corrupción en las instituciones estatales su historia. Este tipo de significantes políticos producen un tipo de ejercicio histérico de la política.

Para Lacan, el significante es productor del sujeto por medio del deseo. El significante es anterior al sujeto y el sujeto es reconocido bajo este tipo de significante, en sentido estricto, como en el Evangelio de Juan: “al principio era el Verbo”, existía la palabra. De igual manera, es porque hay una noción del Ecuador que podemos ser llamados ecuatorianos. Obviamente lo nuestro es definido por una ontología de la identidad, que nunca terminamos por saber que puede ser, -si son comidas, colores, geografías, culturas, símbolos –. En realidad es mucho más y muchos menos al estilo de la Gestalt. En el fondo antropológico del asunto, podemos afirmar sobre la ontología que se despliega por habitar un lugar específico y cuya maldición indirecta sería no sentirse de ninguna parte.  Se debe que tener una identidad  y la mejor de ellas es la que nos viene por habitar un territorio que nos habita local o nacionalmente como en las luchas políticas por la autonomía. Quizás la aparente ontología del territorio sea  el único campo indiscutible para la política ya que las pertenencias culturales son puestas continuamente en cuestión.

La pertenencia a una ciudad nos da una identidad colectiva, la cual fue “develada” por unos pocos que están en el poder económico y político,  de este modo los ciudadanos pueden adquirir una identidad y pertenencia  que no integra lo étnico pues lo oculta, mientras la ficción de la identidad del territorio es la mejor descripción de la realidad y su utilidad hegemónica es indiscutible. Pareciera que se comenzará a ser y pertenecer a algún lugar desde la metáfora del lugar. Así, el uso de la metáfora es la fuente para la lucha por lo nuestro, que en realidad es de otros que usufructúan de lo nuestro.

A través de éste significante del lugar circulan las tendencias de la Economía Neoliberal: moralista, estética y empresarial, las cuales están obligadas a renunciar a la igualdad. La tendencia moralista tiene su fenomenología contemporánea: la corrupción, la ética, los valores, la pena de muerte, el endurecimiento de penas, la seguridad como máximo problema, el terrorismo internacional, los presos sin sentencia, los extranjeros como productores de violencia y enemigos de las buenas costumbres, los  sospechosos que van a cárceles especiales antes de que cometan el delito. Todo en la sociedad está bien pensado, planificado, el problema son los des-adaptados, los que no aman al país, los que no siguen la invitación al libre mercado, los que hablan mal de la ciudad o los anormales que nos oponemos a su proyecto de mundo y de persona.

La tendencia estética es propia de los gobiernos locales.  Así como el bien reemplazó a la justicia, el bien ha sido suplantado por lo bello. En la feria de las apariencias, lo mejor es el rostro lejos de la conceptualización de Levinas. La justicia ha sido dejada de lado y lo justo es metamorfoseado por el embellecimiento del lugar  del mismo modo que en el sublime matemático de Kant. Paradójicamente, este embellecimiento de las ciudades sigue dejando fuera a los excluidos desde siempre porque el extranjero sigue habitando en la metafísica de lo divino y lo grotesco y la pobreza del pobre es algo que no se puede ocultar en los gestos simulados del mercado.

La tendencia empresarial viene transportada por la presentación del mundo del capital y de la ganancia como el mejor de los mundos de Leibniz.  Aunque nos parezca que las personas de los mundos desarrollados se parezcan a los Simpson en su estupidez, añoramos vivir en un mundo como éste. El modelo de la empresa intervino en la fábrica, las instituciones privadas y públicas, la Cooperación, la Educación. Ser empresario es el modelo de hombre en un mundo en el que todos vivimos endeudados, incluso las empresas que más dinero ganan. El ideal antropológico del discurso banal es ser emprendedor.  

Las tendencias moralistas, estéticas y empresariales están también en la política. Cuando los políticos neoliberales se refieren a la moral, lo hacen negando la existencia de la pobreza y las condiciones sociales de miseria. La falta de actitud, de voluntad, de visión para el negocio, de mentalidad positiva, de creencia en sí mismo, se cree, son las bases fundamentales de una sociedad en la que el Capital va creando formas de esclavitud impensables como las que suceden en este momento en China o con los emigrantes de nuestros países. A ciencia cierta, el modelo del Estado debería ser igual a una gran empresa donde el levantamiento de las normas reguladoras permite que circulen todos los productos, todo el dinero mientras nos consumimos en la miseria en nombre del desarrollo.

La política actual con el uso del significante del lugar en la soberanía y en el regionalismo da lugar a hacer en nombre de una ciudad o un país aquello que otros deciden hacer con nosotros. Mientras tanto desde el  significante se intenta justificar una lucha exterior con discursos que no tocan sus prácticas, lo cual no se puede sustentar por mucho tiempo, ya que es imposible tapar las fisuras con un dedo, o seguir pretendiendo que los problemas de autoritarismo, o de la economía son productos de otros o del gran Otro. En cierto modo, podemos decir que la política actual se agota en su recurrencia al enemigo exterior totalmente encadenado al significante omnipotente, no para pretender con ello validar la propuesta de la sociedad agonística de Mouffe.

No poder separarnos del significante es vivir en la ilusión de hablar cuando en realidad nosotros somos hablados por el significante. No es que no nos separemos, es que no podemos separarnos. Somos sujetos parlantes u homo loquens, aquello que nosotros hablamos es algo que habla de nosotros y nos define, no por repercusión antropológica al estilo de Ricouer. En realidad, somos hablados cuando nosotros creemos hablar por nosotros mismos. Aquí aparece la estrategia de poder por medio de los discursos. Michel Foucault en Las Tecnologías del Yo, hace referencia a la paradoja de Epímonedes: Cebes dice que todos los cretenses son mentirosos. Cebes es cretense, luego se pregunta si Cebes dice la verdad?. No es un juego lógico, es una afirmación filosófica, nosotros somos hablados por aquello que hablamos.

Por consiguiente, los nacionalismos y los regionalismos se constituyen por medio de significantes productores de identidad. Ergo, las identidades no son datos naturales sino lingüísticos, históricos, familiares al poder. Estas construcciones de los significantes van más allá de las explicaciones Kantianas en  La Crítica de la Razón Pura, pues se sustentan en la homonimia de estar bien en el bien. Supuestamente la Nación nos protege, lo mismo que Región nos da algo que no obtenemos por sí solos. Nos distinguimos alejándonos y nos definimos oponiéndonos. Y todo esto por qué? Por el bien, por el bien del bien, por el bien de la política que da nacimiento a la política del bien y su concreción en el placer de un Estado de Bienestar. Este bien de la política no se separa del placer.

Desde Kant sabemos que el placer  esta unido a la ley del bien. El bien no se separa del placer como si lo pudo hacer la Edad Media con el “fuera del mundo” de San Agustín que procuró más goce en los placeres del  mundo terrenal.  Sin embargo la búsqueda del bien nos llevaría a un callejón sin salida al no considerar el objeto de la ley moral. En efecto, Kant designa como patológico  todo tipo de pulsión y sentimiento o todo aquello que puede padecer el sujeto en su interés por el objeto, de esta manera logró que el deseo fuera la otra cara de la ley moral y se acercó de manera inimaginable a Sade.

El universal del bien de los significantes –vale para todos- da origen a sujetos que se reconocen en ellos.  Lacan nos recordaba que: no hay depósito sin depositario a la altura de su cargo.  En consecuencia, no hay nacionalismos ni regionalismos sin personas que no crean en ellos. La creencia no es una mentira, ni un error, es algo que está fuera de toda lógica. Es casi como un hurtamiento del sujeto político en el mismo acto de subjetivación.  Paradójicamente el sujeto político se desprende del significante del que no se puede separar.   

En el tocador filosófico de Sade se puede entender mejor está paradoja del bien basado en la ley moral y es que es el mismo sujeto de derechos es quien no puede renunciar a suspender el derecho de gozar con la suspensión de todo derecho. Yendo más allá, es el mismo sujeto de los derechos como significantes modernos es el que convierte a la política en la suspensión de la misma por el goce del capital. En otros términos, el mismo sujeto de los significantes universales es quien anula toda posibilidad de significantes singulares en un acto que nace en la misma constitución de la identidad y de la pertenencia. Por consiguiente, de los nacionalismos y regionalismos no hay que esperar sino su tachadura en el momento del encadenamiento.  

Por último, el significante del regionalismo y el nacionalismo surge dentro de otro significante político que es la crisis de la política, de la cual se derivan conceptos como los de la despolitización. ¿En qué consiste?

 

  1. La ambigüedad del significante de la crisis de la política

Uno de los significantes que atraviesa las instituciones es el significante de la crisis. Este es un significante tan persistente que parece que desde que nacimos viviéramos en una crisis que por su prolongación parece eterna. Se habla de crisis en la política, crisis en las instituciones, crisis de valores, crisis en la cultura, en efecto, todo parece estar en crisis. La crisis es generalizada pero increíblemente lo que no entra en crisis es la economía neoliberal. Son muchos países con grandes crisis políticas, sociales  y éticas, donde la economía crece de una manera desaforada. Incluso  el planeta está en crisis mientras la economía no acaba de festejar sus ganancias macros. Podemos augurar que al no estar en crisis la economía de mercado el advenimiento del colapso definitivo es de una alta probabilidad. Pero ¿qué hay tras el significante, la crisis de la política?

La política fue la práctica del destino para André Malraux. El político ocupó el lugar de los dioses por eso se erigió con la promesa de la justicia y la igualdad. Ante el derrumbe de la Cristiandad, la política moderna se constituyó en el evangelio (Buena Nueva). Aquello que el Dios de la Edad Media no lo pudo hacer, lo pretende realizar el político de la Modernidad. Sin embargo, hoy el político contemporáneo renuncia a la justicia y enarbola la bandera de la moralidad con la preponderancia de la Economía, la cual es la sepultura de la política en el sentido clásico del bien común y de la justicia social. Badiou (Óp., Cit., 2002) afirmara que si el destino fue la política, la tragedia es la política pues, ya no sabemos ¿qué es la política?, y no como predijeron algunos profetas del intelecto, de haber llegado al fin de la política.  

Ahora, irónicamente, para hacer política es indispensable estar fuera de ella o ser un despolitizado. ¿Qué es esto? Políticamente es no pertenecer a ningún partido. Moralmente es no actuar por intereses de grupo o individuales. Lo cierto es que la despolitización y la crisis de los partidos suceden dentro del poder que ya no está en la política sino en las finanzas y en los Medias que hacen la apropiación y la manipulación de la opinión Pública por medio de la ventriloquia mediática: los Media hacen hablar a la opinión Pública al mismo tiempo que ellos hablan a través de ella. Los sondeos y las encuestas de opinión son  su “verdad”. 

La crisis de la política en la despoliticación es un no-saber de la política que es igual a un no-poder de la política por el poder de la Econmía. El saber viene del poder según Nietzsche, por eso es instintivo y animal. El poder ya no está en la política sino en el Mercado y en los medios de comunicación que son sus grandes lacayos. En consecuencia, la despolitización  y la renuncia a ser un político lo que defiende es la muerte de la política. De Souza (2005) dirá que nuestras decisiones electorales  no eligen y que quienes son elegidos no deciden. Badiou (Op., Cit., 2002) afirmará que las elecciones no cambian nuestro estatuto de esclavos,  con las elecciones solo cambiamos de amo: “porque el voto en sí mismo no es una verdadera opción, no es una auténtica decisión […] No hay un solo ejemplo en todo el mundo de verdadero cambio político producido por el voto” Esto cambia la noción sobre el voto pues no puede seguir siendo considerado como un acto de libertad. El voto es simplemente un acto estatal, de comprobación para que todo siga su curso, el voto está pensado para que nada cambie. Por tal motivo los beneficiarios del capital no tienen porque estar preocupados con la democracia electoral pues en sí misma es la negación de la libertad a favor del goce del Capital.

Detrás de la crisis de la política está la economía como ciencia de la necesidad. La economía que calcula y administra la necesidad ya no necesita de la política. La política es una traba para el mercado. La frase que acompaña la deslegitimación de un discurso crítico, de una acusación por corrupción  o de una manifestación es: se trata de un acto político. De esta manera la política es homologada a lo perverso mientras la economía se posiciona en las tarimas abandonadas con sus discursos de felicidad y libertad.  

La utopía de la política es criminal para el Mercado. La necesidad de la economía se muestra inconmensurable con los imposibles de la política. En tal sentido Marx decía que la utopía de la igualdad sólo era posible si criticamos la economía, su realismo y su democracia electoral. Si no hacemos ésta crítica lo imposible no es posible. Al evitar la crítica a la economía en nombre del realismo o del mal peor o a la política de la representación en nombre del miedo al totalitarismo hacemos que la igualdad sea un imposible. En efecto, para quienes evitan la igualdad lo único que existe es la competencia desleal, pues lo único que existe son los negocios y el comercio generalizado con su cinismo: los negocios son los negocios.

Para los economistas neoliberales, los impuestos siguen siendo el mayor problema para que circulen los productos de manera libre. La moral para la familia, la represión para la delincuencia, la seguridad para los ciudadanos  y la anticorrupción para el Estado, son los grandes objetivos de una economía que cree ciegamente en la democracia liberal y piensa que la política debe dar paso a los tecnócratas, por eso sus candidatos son sujetos supuestamente despolitizados siguiendo la línea de los productos posmodernos: café sin cafeína, cerveza sin alcohol, guerra sin víctimas y revolución sin revolución.

La política emancipatoria tiene que decir no a la despolitización y a la economía que pretende determinar los rumbos de la política. En tal situación, la política es débil y no ha desaparecido. Esto nos obliga a pensar la política hoy, a reinventarla rompiendo con la repetición colectiva y volviendo a insistir en la igualdad a la que renuncia la economía Neoliberal.

Este repensar de la política en crisis nos exige determinar bien qué fue lo que entró en crisis? Badiou dice que lo que se encuentra en crisis es la política del siglo XX, la política que se hace por medio de la representación de los partidos. Los partidos por su carácter representativo han sido los sujetos de la política representativa. Para acceder al Estado se requiere del partido. En suma, la política no está en crisis, lo que se encuentra en crisis son los partidos.

La noción de partido viene del siglo XX. El parlamentarismo, el comunismo y el fascismo crearon sus propias concepciones de partido. El balance honesto que podemos hacer es que si queremos una política de emancipación tenemos que romper con la política de partidos. Ya no podemos hacer política de la emancipación en estos términos. Por consiguiente desconocer los partidos no es caer en la falacia del binomio manejado por el Neoliberalismo de democracia/totalitarismo. La distracción de éste binomio es que busca que aceptemos la economía y la democracia representativa. No hay que olvidar que el Estado Moderno nació con el Capitalismo y la Industrialización. Por consiguiente, salir de este binomio implica cambiar las preguntas y los temas de la política. En consecuencia, salir de los partidos es pensar la política fuera de los términos de Estado con sujetos políticos que no tienen que pertenecer a ningún partido.  

De la política revolucionaria contra el Estado del siglo XIX pasamos a una política de partidos subordinada al Estado en el siglo XX. La crisis actual, afirma Badiou, está en dicha subordinación y sus consecuencias. Ni siquiera la oposición quedó fuera de éste esquema. El reto fue hacer políticas dentro de la administración y el ejercicio del poder del Estado.

Por último no es la revolución la que esta en crisis, es el sujeto político como idea de partido. El que esté en crisis la política de partidos y no la política de la emancipación, no quiere decir que tengamos que dejar intacta la idea de emancipación. Nos preguntamos ¿qué política de la emancipación para estos tiempos?, sin tirar a la basura la historia de las insurrecciones y los grandes triunfos de los partidos, pero admitiendo que todo esto se acabo.

 

  1. El imperativo contradictorio  de los significantes sobre  el Estado.

Sobre el Estado hay muchos significantes que se desprenden y que resuenan dentro del discurso político: reducirlo, democratizarlo, fortalecerlo, modernizarlo, entre otros. El Estado como última instancia del poder y apetecible por todos los partidos y grupos económicos está allí puesto en cuestión con significantes que vienen de diversos lados.

Uno de los significantes de mayor insistencia es el de la lucha contra la burocracia estatal. Todos podemos estar de acuerdo con la importancia de la reducción de la burocracia pues tal como dirá Zizek, la burocracia es la obscenidad contemporánea. Los personajes de Kafka ven revistas pornográficas en sus oficinas mientras firman papeles y gestionan procesos judiciales interminables y absurdos. Sin embargo cuando descubrimos que la destrucción de la burocracia recae en la consolidación de una cultura institucional autoritaria que destruye cualquier espacio de discusión minimámente democrático, entonces advertimos que ésta eficacia institucional solo es posible con la instauración de una cultura vertical donde aumenta la brecha entre los que “piensan” y deciden y quienes están allí solo para ejecutar las decisiones de los otros.   

En el Estado el poder está distribuido jerárquicamente. En efecto, la distribución del poder tiende a quedar en pocas manos, lo mismo que la distribución de los capitales, a medida que el ambiente se satura de la invitación al dialogo, el consenso y a la democracia como instancia última de la política. La distribución del poder genera diversas sensaciones. No hay nada más deseable e incomodo que estar en el poder bajo la ilusión de tener el poder. Cuando se cree tener el poder resulta que nos encontramos con su disolución. Ante tal situación no hay reconocimiento decente de su disolución, por el contrario aumenta la obsesión de control dentro de la bio-política y el bio-poder desplegado en el siglo XIX.

En la política hay quienes piensan  que la izquierda en el poder se comporta de manera diferente a un gobierno de derecha. Esto es una ilusión pues ni la izquierda es una sustancia ni el poder es una esencia. Esta concepción resulta metafísica como la gracia teológica que nos garantiza que el acto bueno de los humanos proviene del bien de la divinidad. A veces pensamos que la pregunta sobre el uso o el abuso del poder se dirime con virtuosas mujeres y honestos hombres dejando de lado la pregunta sobre  maquinaria de la institucionalidad estatal. En poco tiempo el virtuoso no lo es más y el carácter maquínico de la institución se encarga de significar aquello que no logra pasar la barrera de las buenas intenciones. Grave problema pues la maquinaria está allí con todos sus vicios, derivas y aciertos mientras que la virtuosidad es algo que tiene que ser renovado continuamente como el amor. En el ámbito latinoamericano, la derecha quien siempre ostenta el poder, adquiere una posición hipócrita de fiscalización sin ninguna vergüenza con respecto a su historia que coincide con el despojo y la violación de los derechos humanos. La izquierda  en el poder se revela en una ingenuidad/responsable. La ausencia de experiencia la hace fácil presa de las artimañas de una derecha deslegitimada y corrupta. En sentido estricto la izquierda no llega al poder si no por medio de la implosión de los partidos de derecha en su propio desgaste y deslegitimación. Esto no le da a la izquierda una legitimidad por sí ya que la legitimidad la tiene que probar en las prácticas contrarias a las que se opone y no solo en los discursos.   

Hacer el Estado de otro modo no es hacerlo neutralmente. Los intereses pertenecen a la pretendida neutralidad, las opciones políticas, en nueva universalidad, a nuevos significantes que son llenados desde el lugar de los sin poder o como dirá Ranciere(1995), de los que no tienen parte en la geometría del cálculo democrático. El argumento de la neutralidad adquiere tonalidades cínicas en la boca de los Media o en partidos moralistas y empresariales. Entonces, el gran problema de los gobiernos de izquierda no es colocarse en la posición del saber objetivo y neutral  lo cual no está garantizado por hablar en nombre de los explotados y contra la Partidocracia sino en constituir social y políticamente esa nueva universalidad cuyos intereses los define la ética y la política y no la economía.

Sorprende increíblemente la esquizofrenia de la maquinaria estatal que contiene discursos abiertos, de cambio y actuales pero cuyas prácticas siguen siendo jerárquicas, atravesadas por conceptos de la Edad Media y con funcionarios ideológicamente contrarios al régimen y provenientes de las más variadas tendencias que se sostienen en el flujo máquinico y camaleónico en todos los tipos de gobiernos, cambiando solo de puesto debido a la visión tecnócrata de la institucionalidad que piensa que las técnicas se pueden separar de la política. En tal sentido no es raro que muchos de sus funcionarios piensen conservadoramente, actuen irresponsablemente dentro de gobiernos de izquierda que proponen el cambio. La pregunta que nace es si la maquinaria estatal puede democratizarse por completo pues pareciera que continuara siendo una dictadura de una clase sobre otra hasta el punto que el Estado, no importa su tendencia política, está legitimado para ejercer la violencia y el terror. Por consiguiente, mejorar sus aparatos, la protección del orden legal, las elecciones, las leyes que garantizan las libertades personales, es un asunto irrelevante.

En la lucha por el poder, de nuevos partidos que acceden al gobierno y de viejos partidos que pasan a la oposición angustiados por la pérdida del control, no hay oportunidad para el gesto de Pilatos: no ensuciarnos  las manos por lo tanto decidimos por una vida modesta. El hecho de no hacer nada no está vacío, dice Zizek (2004), ya tiene un significado. Pilatos no dejo la responsabilidad en otros, la mayor culpa fue haberse puesto a un lado. El momento de suspensión del juicio no impide la responsabilidad ya que dejar que las cosas sigan es reforzar las tendencias hegemónicas.

La suspensión del juicio porque no queremos saber nada de política es un acto político, del mismo modo que la exclusión se consigue por medio de la inclusión en la comunicación habermasiana. Cuando se suspende la discusión por contradicciones insalvables, se suele pasar a la apertura soez hacia lo otro y los otros. Por ejemplo, logramos instaurar la cultura de la solidaridad compartiendo la idiosincrasia del placer soez. Para escapar de los puntos tensionantes  en las discusiones la única manera es solidarizándonos en los comentarios machistas a expensas de las mujeres o en un humor descalificador del carácter radical político. Así los gestos soeces o del humor político de la comunicación, visibles en programas como En Corto, ocultan las relaciones de poder subyacentes y mantienen la suspensión política del juicio.

La suspensión política del juicio también sucede en el reconocimiento del otro, en el acercamiento que tenemos hacia él.  Adorno lo advertía en su escrito Minima Moralia, ya que la extrema ambigüedad del tacto que se muestra en la sensibilidad por el otro, en el cuidado de no violar la intimidad, en realidad no solo que revela nuestra insensibilidad hacia su dolor, sino que es la mejor manera de ocultar el asco que nos provoca. Este gesto suele aparecer en las políticas migratorias de Busch y la Unión Europea que limitan el derecho de asilo para luchar contra las mafias de seres humanos, excluyendo al otro a medida que demuestran apertura por medio de la creación de leyes de migración.

El otro reconocido en el llamado “respeto por las diferencias” es efectivamente excluido. Respetar es oficializar el velo de la abstracción y abrir la pantalla de las fantasías. Le Pen en una de sus famosas campañas políticas mediáticas dialogaba con un africano empresario sobre la necesidad de que cada cultura este en su lugar para impulsar su economía. Por supuesto, Le Pen utilizaba el lenguaje del respeto para seguir con su política xenófoba y racista con palabras de una política correcta.

Evitar la suspensión política del juicio no significa entrar en la política de la confrontación como escándalo. Confrontar no es escandalizar, es construir el juicio de verdad. Escandalizar por el juicio de verdad es una cosa, escandalizar como una estrategia de confrontación es otra. En efecto, el escándalo se pierde en nuevos parámetros de la vida social. En la línea que se disipa entre la vida pública y privada, aceptando la crítica de Gramsci, el Otro con su escándalo aparece en las pantallas y los sitios Web. Zizek (Óp., Cit., 2004) dirá que llegó el momento en que “el escándalo es que ya no hay escándalo”  

El significante propositivo de las políticas actuales es transportado por flujos del Neoliberalismo. Ser propositito es no ser negativo, salir de la crítica. Quienes vivimos en la crítica no somos bien vistos ni fácilmente invitados a los debates o a la academia. Alguien reaccionaba en una ocasión diciéndome: estamos cansados de los análisis, queremos que nos digas cómo hacerlo. Pero, no es un irrespeto decirle a alguien lo que tiene que hacer o las decisiones que debe tomar? Tomar una decisión por otro solo está permitido si cayó en una situación de idiotez irreversible.

Dicha tendencia actual cae en una serie de puntos muertos y hegemónicos. Es el caso de las luchas contra la exclusión que hacen parte de los planes de las Ong’s y de la Cooperación Internacional, las cuales tienen algo de particular y es que estas se las pretende hacer desde el comercio. Diríamos que por fin hay un punto que junta las exclusiones y las hace más efectivas, este punto de confluencia es el mercado. Ernesto Laclau (1996) piensa que la hegemonía es la conexión contingente entre las diferencias intra-sociales. No es por la exclusión de los otros y las otras, de sus diferencias sociales que gobernamos sobre los otros, es por la conexión que establecemos entre ellas. Hacer estas conexiones es un ejercicio de poder pues a través de ellas se construyen significados hegemónicos de la sociedad. Por consiguiente, el comercio, los micro-créditos, y toda la tecnología bancaria, repite el lema de Jefferson Pérez: dicen que no todo es oro en la vida, pero eso depende de ti,  lema de un capitalismo salvaje que oculta los mecanismos de explotación por medio del llamado a la voluntad como la manera no de mejorar el mundo si no de intentar escapar de la miseria o hacer parte del gran festín del planeta que se hace desde la concepción de desarrollo de quienes se autodenominan desarrollados. Por consiguiente la mejor manera de negar algo no es ocultándolo sino haciéndolo visible en un escenario totalmente diferente. Por ejemplo, Zizek hablando de los países del Este nos recuerda que para liberarse de la verdad del pasado no hace falta hacer físicamente pedazos los monumentos, basta con hacerlos parte de la industria turística, esto resulta mucho más eficaz.

El arribo al Estado por medio de las elecciones es una de las mayores violencias simbólicas: “eres libre de elegir, siempre que hagas la elección correcta”. En la Edad Media, la libertad solo era posible en la opción por Dios, fuera de allí, como todavía lo predica Bedelcito XVI, solo hay  esclavitud y pecado. Hoy la libertad solo la cree garantizar el mercado. Los gobiernos que critican el mercado, por consiguiente, son gobiernos que limitan las libertades de los sujetos. De este modo, la libertad es enunciada  en la violencia simbólica.  Por tal motivo, lograr perturbar los fundamentos del orden económico es una condición indispensable para la auténtica libertad y la real democracia.  

Marx tenía razón al buscar en el espectáculo de la  lucha política las referencias a lo económico. En tal sentido, la ética es la crítica a la economía sin la suspensión de la política. El miedo al totalitarismo es el medio de la perdida de lo privilegios para la explotación y de seguir haciendo del Estado de Bienestar su propio bienestar. Sin embargo, no podemos hacer política sin perder de vista la economía o reducir la economía  a la política. La política es un teatro de apariencias cuando nos centramos en la economía, o la economía es un suministro de bienes cuando nos centramos en la política. No podemos separar la economía de la política pero en el ejercicio del Estado desde estar claramente definida su política de emancipación. Por lo tanto si la economía ha devenido el dominio decisivo, la batalla se decide allí, rompiendo el hechizo del capitalismo global. Para hacerlo tenemos que salir de la satanización de la economía en la que cayó Marx algunas veces como por ejemplo en sus Manuscritos (1848).

¿Tiene que ser el nuevo Estado anticapitalista? Aquí hay una trampa. Hoy todo el mundo se declara anticapitalista mientras tanto hay una gran nostalgia no de lo que se ha tenido sino de lo que se puede tener. Cuando compramos El Pozo Millonario y no lo ganamos, tenemos tristeza aunque las probabilidades de ganarnos la lotería sean menores a las de ir caminando en la calle y que un avión nos caiga en la cabeza. Zizek (Óp., Cit., 2004) dice que hoy cuando todo el mundo es anticapitalista, el significante anticapitalista ha perdido su aguijón subversivo. En otros términos, el significante anticapitalista es lo que mejor nos sirve para vivir como auténticos capitalistas. En efecto, el anticapitalismo dentro de la democracia actual es una mentira pues ella es solamente una multitud numérica como la que usa la oposición para sostener las políticas del capital. Además la democracia que tenemos con su libertad de expresión viene de una sociedad donde nació el capitalismo que vivimos hoy con sus caracteres depredadores que renunciaron por completo a la justicia y a la igualdad por una justicia de las leyes del comercio y por la competencia del más fuerte. En consecuencia, el Estado que siga protegiendo la propiedad privada sigue siendo una democracia que protege la dictadura del capital. La gran tarea del Estado es radicalizar la democracia y la libertad minando las bases de una economía inhumana, explotadora y catastrófica.

 

Conclusión

    Tres desafíos queremos plantear a partir de la pregunta qué es la política que ha inspirado esta reflexión.

Primero, afirmar que hoy tenemos que salir de los esquemas de la izquierda y la derecha y multiplicar los actores políticos es caer en la trampa del posmodernismo político actual que a partir de una lectura superficial de Nietzsche propone la política de las diferencias. La pregunta es qué sujeto político para nuestros tiempos y lugares? El sujeto no puede separarse del tiempo, pero si puede separarse de los tiempos hegemónicos. Este es un momento nuevo que no puede perder de vista las lecciones de otros tiempos y otros lugares. Los nuevos sujetos políticos no son validos por su intromisión esencialista, son sujetos de la participación y de la equidad. No son las mujeres por ser mujeres los únicos sujetos políticos que pueden hacer el cambio. Es porque no hay democracia sin la participación de las mujeres que ellas no pueden seguir siendo excluidas por la política fálica de los merecimientos. No es que los indígenas por ser indígenas  estén absueltos de la tentación del poder. Es porque el ejercicio del poder en una democracia no se puede seguir haciendo sin ellos en nombre de una política occidental fundamentalmente racista. La pregunta por el sujeto político no puede seguir oscilando en la teología de los elegidos: o son los pobres lo que nos salvan, o son los indígenas, o son los neoliberales o es la izquierda. No más sujetos políticos teológicos, necesitamos un sujeto vulnerable, humano, colectivo, que hace política desde la precariedad con otros y otras, con una alteridad que no puede estar garantizada por el gran Otro.

Segundo, afirmar que la emancipación se consigue por medio del mercado es caer en el fondo de la peor de las ideologías. La auto-estima, el voluntarismo y en general, todos los discursos de auto-ayuda son palabras vulgares para los momentos que vivimos. La liberación no llega por decreto y ni siquiera nunca podrá llegar de manera completa, pero aún así, no se podrá realizar sin revisar y deconstruir los axiomas de la sociedad liberal. Liberar la emancipación es algo que tenemos que hacerlo constantemente a pesar de quedarnos sin lugar en el juego político. No hay nada más triste y decadente que la vida de quienes solo trabajan por su enriquecimiento. Los espectáculos más crueles ocurren hoy en las fronteras del mundo y siguen ocurriendo en los barrios de miseria que hacen parte desde hace algún tiempo del primer mundo. ¿Qué políticas de la emancipación en esta gran obscenidad en la que vivimos?  

Tercero, afirmar que el poder es lo más importante de la gobernabilidad es seguir en la política hegeliana del amo y del esclavo. El amo puede ser esclavo del esclavo, y el esclavo por su cercanía al Bildung puede ser el único que tiene la posibilidad de liberarse, sin embargo esto no arregla nada. El poder esta ahí filtrándose por nuestras vidas, haciendo parte de nuestros deseos, cobrando vidas, utilizando títeres, en relaciones en los que los otros no son más que medios para su obtención o conservación.  Sin la capacidad de ser nosotros mismos por sí mismos y con otros, el poder estará ahí porque nos permite entrar en el baile de las máscaras, cayendo no en el olvido de ser heideggariano sino en el olvido de nuestra irrenunciable condición de seres débiles lo cual es lo único por lo que podemos ser pensados como parte de una posible divinidad. 

 

 

Bibliografía

 

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