LA MUERTE DE SÓCRATES Y EL NACIMIENTO DE LA FILOSOFÍA: El ser filósofo no desde el saber sino desde la aptitud


¿Qué es hacer filosofía? La dificultad en la comprensión es lo primero que se viene a la mente. El sentido común diría: escribir cosas complicadas que no entiende nadie. Aquello que escribe el filósofo hay que leerlo más de dos veces, por supuesto, cuando nos interesa. Otro tipo de argumentación es el de la utilidad. Luego, el filosofo piensa y escribe aquello que no le sirve a nadie. El mundo necesita respuestas claras e útiles. La filosofía es aquello de lo que se puede prescindir pues no sirve para nada. En cierta manera hacer filosofía es una pérdida de tiempo.

Tratando de ir más allá del sentido común y colocando la cuestión en lo que piensa un filósofo nos preguntamos sobre su horizonte y preocupación. Digamos primero que normalmente se trata de una labor de hombres. Las mujeres han estado ausentes de la filosofía por las razones que argumenta el género. Segundo, el interés de los filósofos es: la metafísica, la ontología, la epistemología, la ética, etc. ¿Por qué a estos extraños hombres les interesa estas cosas hasta difíciles de pronunciar? Alguien me decía que los filósofos son seres que se dedican a pensar. Pero es que ¿acaso las otras disciplinas no piensan? ¿Acaso nosotros tenemos el patrimonio del pensar? Argumento de prepotencia, seguramente. Deleuze pensaba que la particularidad del pensamiento del filósofo se encuentra en inventar conceptos y no en pensar.

En realidad no hay objeto específico en la filosofía ni hay una sola manera de ser filósofo. Los hay quienes se preocupan por pensar desde la literatura, los más cercanos a la sociología, los revolucionarios, los empresarios, los puristas que interpretan los textos cuando creen estar seguros de decir lo que el autor quería decir, hay los creativos que intentan decir lo que ellos piensan que deben decir, los que no dicen nada, los que hacen poemas, los suicidas, los izquierdosos, los elitistas y derechosos, los existencialistas, los cercanos a la comunicación y la política, los ingenuos, radicales, ortodoxos, los que se creen sin ser, los thanatos que creen ser por la destrucción de los otros, los que no saben que son, los que quieren ser, los que no son y no quieren ser pero que sin embargo no saben que son, los místicos, ateos, insoportables, los que montan su propia iglesia con todas sus adoratrices, los malditos, los pacientes, por supuesto, todos desde sus propias subjetividades.  

Mucho más impreciso es saber qué buscan los filósofos. No todos los  que hablan de filosofía son filósofos, la mayoría son profesores de filosofía y en tal sentido, lo único que les preocupa es tener sus cátedras y saber en parte lo que tienen que enseñar. Como profesores, se especializan en ser terroristas de las notas y en organizar drásticamente algo para enseñar y ser admirados pues el narcisismo es una de las condiciones indispensables para poder educar. No, ser filósofo es otra cosa. 

El reporte entre la obra en filosofía y el ser filósofo no es algo que puede pasar inadvertido.   Desde la perspectiva de Sócrates es insoslayable dicha relación. Sin embargo, permítanme algunas  aclaraciones desde el argumento de la existencia. 

¨      Puede existir una obra filosófica sin relación con el filósofo. Ese es el esquizo propio del capitalismo que señala Guatari y Deleuze. Los flujos se pueden bifurcar sin una dirección fija o predeterminada. Podemos hacer y decir lo que no vivimos y no nos interesa vivir, en una posición anti-platonica y maldita para la epistemología cristiana, casi como un gesto irreverente y profano.

¨      Existe una filosofía ligada al autor donde la vida del filosofo aclara lo escrito y revela lo no dicho en lo dicho y la obra deja entrever las pasiones y fracasos de quien escribe.

¨      Existe un filosofo sin obra, por opción, en tanto que una oralidad pensada. Sin pretensión de un universal pues es lo escrito aquello que la supone.

¨      Pero lo que no puede dejar de existir en la relación entre el filósofo y la filosofía es  lo que  comenzaré a llamar desde ahora: la aptitud filosófica. Es esta la que hace al filósofo y nos permite entender a la filosofía y quizás sea esta, lo más original como lo que no tiene copia. 

     Desde  la Apología de Platón intentaré reflexionar sobre la aptitud filosófica, más allá de la filosofía ya que la aptitud sobrepasa al autor y a la obra. No es la inteligencia ni la obra, no es ser brillante, o admirado, ni la extensión de lo escribe. La filosofía es una aptitud frente al mundo, al otro y frente a sí mismo. 

La aptitud no es un saber, ni una capacidad, es una decisión como riesgo y apuesta. Su especificidad se muestra en un estar frente a la muerte desde la vida. Su postura frente a la muerte es el lugar donde nace el saber filosófico y la autenticidad del filósofo. En realidad, no hay necesidad de saber en la inminencia de la muerte no como direccionalidad del tiempo newtoniano sino como opción posible de la aptitud filosófica. En suma, la filosofía pasa por el cuerpo, se muestra en el cuerpo como el fenómeno de Merleau Ponty.

En consecuencia, la filosofía ha nacido con la muerte de Sócrates pues la muerte es una opción filosófica que devela una aptitud. Es la aptitud la que demuestra el ser filósofo y la filosofía, no es la intención, ni la obra que se escribe.

Esa aptitud nacida y desarrollada en la posibilidad de la muerte no corresponde a la lucha con la nada, ni es una ontología de la carroña y la descomposición, es la vida lo que se encuentra en el centro. Esa actitud es el compromiso con lo menos, con la justicia y con una verdad, con aquello que queda fuera del mundo y sus instituciones.

Para desarrollar esta tesis voy a dividirla en tres partes. Primero, hablaré del juicio de Sócrates y algunas interpretaciones. Luego reflexionaré sobre el no-saber y, por último hablaré de la actitud filosófica del no saber revelado en la muerte como la novedad más grande que se convierte en huella ética para la filosofía y el filósofo. Veamos:


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