EL CLIP DEL FRAGMENTO: PENSAR DESDE LA DIFERENCIA



El clip es el agarre de lo suelto y el desparrame es la permisión del juntar. Un dispositivo no para unir sino para juntar aquello que por volátil se puede perder. Él es algo que ordena sin ordenar, simplemente colocado para poder ver, saber donde está, una posición que no garantiza el encuentro pero que por lo menos colabora con su señalamiento. Por tal motivo es un agarre que articula sin articular y que junta sin juntar.

Un clip sirve para mostrar lo que antes no era visto evitando las sólidas interpretaciones que al presentar, ocultaban o tergiversaban. La delicadeza del mecanismo contrasta con la suspensión del acto. No más formatos duros, no más ideologías vestidas de heterogeneidad pero con cuerpos y corazón de homogeneidad. Comencemos por métodos que nos indiquen nada más, por teorías con la capacidad de retirarse para dejar que el asombro nos inunde. Privilegiemos pequeños y diferentes relatos desde la clipuidad de los anexos. 

 

  1. La delicada artificialidad de lo que sostiene

Necesitamos estar enganchados? Se puede vivir en la suspensión sin saber donde se está, ni qué o quién es? Son la coordenados la condición para acercarnos al ser? Nos podemos ver sin referente? El clip es el sostén, el enganche, el prendimiento. Cuando pensamos en el clip del fragmento partimos de la necesidad de un sostenimiento de lo que esta aislado y sin referente como una condición esencial de la diferencia. El fragmento en el clip del pensamiento se manifiesta como diferencia. Por tanto, la diferencia esta sometida al enganche artificial de aquello que permanece suspendido y por lo tanto, problemático para el horizonte ético y epistémico. El enganche es el artificio para lograr sostener lo que se nos manifiesta en la radical suspensión.

La radical suspensión del fragmento sometido al clip del pensar y del actuar, garantiza la manifestación de lo que se nos muestra más allá de cualquier representación. La mostración de la manifestación es posible por un clip, dispositivo que sostiene mientras se puede ver la diferencia. Ver que se encuentra antes del cogito cogitatuns. La mirada, diferente al ver, es la apertura para la  radical suspensión del fragmento.

El mirar que antecede al pensar es una prioridad sin garantía. Después de todo, pensar es un inevitable. Lo que no es inevitable es saber desde donde lo hacemos. La inevitabilidad del pensar contrasta con el saber inevitable. Así, alguna cosa cambia lo que no puede cambiar. La no-garantía no asegura y esta es la condición indispensable para ser mirado por la diferencia. Mirar para pensar y pensar en tanto que mirada. El ver atento nos ofrece las condiciones para un pensar desde la diferencia pero no es suficiente. Necesitamos del clip que sostiene. Requerimos de una atención que no es la del cálculo por la consistencia incalculable de la diferencia. Al mismo tiempo, lo que se piensa es una manera de mirar que desde la diferencia es mirar de otro modo. Se mira de otro modo por un pensar que mira desde la diferencia que nos mira porque no se piensa la diferencia sino desde la diferencia misma.

Si el pensar la diferencia es un maldito pensar como diría Deleuze, pensar desde la diferencia es un gesto profano e imposible. Imposible porque va más allá de lo posible y no como lo contrario de lo no-posible. Lo no-posible no es lo imposible puesto que se puede pensar lo impensable como la más radical de las novedades. Entonces, pensar desde la diferencia es la novedad sin referente, sin historia. Dicha novedad es algo que nunca ha sucedido pues la suspensión es una herejía para el pensamiento ilustrado. El intento más original del ser es contar con el eco de la heterogeneidad. Originalidad por el cuestionamiento ya que la novedad ha sido impedida intencionalmente en la patente de la conciencia intencional. Un cuestionar que al desafiar la diferencia abre los horizontes de la impensabilidad. Ergo, pensar el fragmento es pensar por primera vez en una novedad que esta más allá de lo bueno y lo malo al realizarse a partir de una direccionalidad que cambia los contenidos y el sentido del mismo pensar. 

Estamos es un pensar bajo la irresistibilidad del pensar. Un pensamiento distinto al pensamiento rápido de una universalidad que para poder pensar, divide, hace disyunción, con la urgencia de ser distinto, de analizar y sintetizar para ser retomados en la homogeneización. Su máxima es el poder y su mínimo el ser poseído. Siempre manejado por un porque y un para qué. El cómo lo define el por que a pesar de creer que son distintos y excluyentes a la manera de la negación de la causalidad de Hume. Así, la falsedad de la distinción no es más que una artimaña para un pensamiento que se acerca con el ojo sojuzgador de la prepotencia totalitaria.

El fragmento sostenido por el clip se vuelve para que el pensamiento pueda ser pensado desde el fragmento. El fragmento se regresa hacia su progenitor para preguntar sobre las nuevas formas del pensar. Formas que fragmentan el pensar, condición sine qua non para poder pensar el fragmento. De ahí, la necesidad de lo innecesario, de lo contingente, de aquello que la universalidad y la globalización ha convertido en basura y sobre lo que nosotros volvemos, no como un reciclaje de aquello que no fue cernido como útil sino como la reivindicación de la vida atormentada por la utilidad. Retomar lo maldito para que el clip del fragmento logre ingresar en las hojas sueltas de la singularidad y la particularidad y desde allí, encontrar nuevas formas de pensar y de ser éticos.

El desde de la diferencia en tanto que fragmento es una paciencia sin paciente. La diferencia no es más patológica fuera de la aceleración del cogito.  La paciencia del tiempo de Levinas como duración que desde el tiempo nos coloca a la muerte más allá del Sein Zum Tode. Un pensamiento paciente porque el desde nos aleja de la representación del pensamiento de la diferencia. Paciencia espacio temporal desde otro u otra, irreductible al pensamiento y al ser. Convertido en lo que se hace paciencia no para entender sino para escuchar y mirar la diferencia del alter entre los espacios y los tiempos en los que ha sido marcado pero que en realidad nos lanza a la incomprensibilidad no de la distancia sino de lo que ha sido distanciado por la distancia. Así, la distancia vive bajo el vacío del paciente y se encuentra al favor del desde que no nos pertenece en la situación del pensamiento inevitable. 

En la paciencia desde la diferencia del clip del fragmento todo se vuelve fluido. La paciencia es la escucha de la manifestación fluida de las diferencias. La diferencia no puede ser sino fluida para una heterogeneidad que no deja nada en su sitio. La paciencia no es la virtud de lo estático, es la posición real frente a lo intangible. En cierta forma es una paciencia para la intranquilidad. Una fluidez discontinua hacia muchos lados en los intersticios y los intervalos, recuperando la frontera, cuestionando ontologizaciones por el da del dasein y más allá de este por la filosofía prima. Fluidez en discontinuidades, en lo que solo vemos venir y advenir, sin reticencias por la escucha desde el silencio.

La intensidad de la fluidez se muestra entre las significancias y las insignificancias. No todo tiene que significar ni todo es para significar. La insignificancia o la significancia son constitutivas de las intensidades, aceleradas y desaceleradas, relacionando y separando. Homogénea como nombre e innombrable en su heterogeneidad. En pequeñas y grandes relaciones a pesar de estar rota en su interioridad y exterioridad.  Sin embargo, unidas ya no por ninguna metafísica, solo por el dispositivo del clip, sostenimiento de la interrelacionalidad. Así, la intensidad ni siquiera pertenece al lenguaje y se construye más allá del ser. No es la fenomenología el decreto último desde el clip de la diferencia puesto que los significados no reemplazan al ser, es más bien lo no-significante lo que entra en el pensar para hacer implosión en el pensar mismo.

La fluidez desde el clip del fragmento nos vuelca hacia la ruptura del dispositivo de lo uno. Lo diferente no es lo uno, lo uno es lo múltiple pero en tanto que pluralidad. La diferencia de lo diferente no puede excluir ni lo que no comprende, ni lo que piensa que esta fuera de la diferencia, como la unidad. Los mecanismos de seguridad, duales, basados en la unidad de lo uno, que garantizaban la exclusión de las diferencias son ahora colocados en sospecha. La arquitectura de la indagación es mostrada entre lo que no puede ser definido de manera definitiva pues la discontinuidad no es quietud, es por el contrario, otro ritmo, otra aceleración.  El bien y el mal, lo verdadero y lo falso, lo operante y lo inoperante, la eficacia y la ineficacia, son todos ellos modelos de exclusión al servicio de la unificación del universal que muta en globalización excluyente. 

El pensamiento desde la diferencia corresponde al más de tres. Hay pensadores que piensan lo uno como Platón, Badiou, pensadores de lo dos como Saussure que todo lo dividen en binomios y pensadores de lo tres como Pierce, Marx, Hegel. El más del tercero es el advenimiento de la diferencia. Es la otro orilla que es también es menos, por eso privilegia la forma del pensamiento por paradojas. Representa al otro y viene del infinito y la indeterminación. Supone por tanto una guerra al pensamiento binario o de lo único. Así, si el plano político es tradicionalmente binario, el amigo y el enemigo de Carl Schmitt, se abre desde la diferencia una línea de resistencia.

El cuestionamiento de las dualidades permite a las diferencias devenir en diferentes. La dualidad de lo uno cae para dar paso a la tetralogía, o lo tercereidad. Por consiguiente, la diferencia no es ni lo bueno ni lo malo, ni lo verdadero ni lo falso, es lo que se encuentra entre lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso, entre lo bello y lo sublime y más allá de estos. Ella aparece en el entre de..., pero no en la espacialidad de los polos opuestos. En consecuencia, desde la muerte de la evidencia dual, el pensamiento puede esperar lo inesperado y hay la oportunidad para atenderlo aunque no sea esperado. Entonces, vivir juntos no es más estar unificados ni totalizar, es relativizar sin caer en el relativismo, o construir modelos sin necesidad de modelos únicos pues aún dentro del acto más ético es indispensable la autocrítica. En suma, el pensamiento desde la diferencia es un pensamiento que ayuda a que la diferencia sea diferente.

  

2. La diferencia pasa por la verdad sin embargo no esta en lo verdadero

Filosofar para buscar un mundo verdadero que pudiese servir de reasegurado fundamento ante cierta mutabilidad del mundo  aparente, no tiene ningún sentido desde el clip del fragmento. Ese filosofar maldijo la diferencia  y la vida, diría Nietzsche. La urgencia de la verdad nace en contra de lo cambiante como si no hubiera verdad de lo que cambia, de la diferencia fuera  y dentro del ser. La verdad sería todo aquello que se esconde tras la mutabilidad de la apariencia. La verdad es una anti-doxa. Del mismo modo que nos alejamos de las opiniones nos acercamos a la verdad única y por consiguiente, menos plural y diferente.

La unicidad es lo verdadero. La verdad tiene que ser una e inmutable pensaría Platón. Para Hegel lo verdadero es el todo, realización del tránsito del Espíritu a través de las contradicciones. Pero el todo cae en la desconfianza y la Escuela de Frankfurt afirmará a través de Adorno: “Toda verdad es una mentira”. Como la singularidad no cabe en ninguna universalidad, piensa Derrida. Así, cualquier diferencia es excomulgada de las catedrales de la universalidad a no ser que pertenezca a las redes del consumo de la globalización.

No hay diferencia en el universal como no hay universal de las diferencias. La mutua exclusión nos llevaría en contra de la V Eneada de Plotino.  El universal de las diferencias es un universal fragmentado, roto en su interior e incapaz de relacionarse hacia fuera. Tal desproporción óntica da nacimiento a la justificación del carácter ético de la relación con los otros y con las otras. La ética es una disimetría por tal motivo el reconocimiento de las diferencias nos lleva a la inquietud ética. La exclusión ocultada por las metafísicas cómplices reviste a las éticas de la exigencia de lo indispensable. 

La urgencia nacida en la asimetría ontológica de la diferencia  no la encierra en el laberinto del fundamento. La diferencia no necesita de la experiencia originaria del Grund. Por consiguiente, comparte el mismo destino del ser de Heidegger: Un ser que nos invita a escuchar porque ya no habla en la forma de arjé o de principio fundamental, ni como estructura esencial, tampoco como constitución intersubjetiva de la existencia.

El mundo de la diferencia ha devenido fábula, relato. Él aparece desmigajado, deshilachado, sin consistencia. Colocado para ser escuchado, no para ser comprendido ni para ser explicado. Lejos del desafió de la lógica y sin pretensiones de universalidad porque sería caer en las redes de su negación eterna. 

Si la fábula es su resguardo, entonces habría que alentar a una cierta frivolidad en cuestiones de filosofía tradicional por una parte, y de tolerar una cierta dosis de azar, por otra. La seriedad de la pureza de aquellos que huyen de todo mestizaje porque no tendría derecho a la existencia es contrarrestada por aquello que tiene derecho por compartir el existir mismo. 

La legitimidad es una ilusión. La ilegitimidad es la enunciación de la diferencia dentro de una frivolidad, la cual no puede ser válida por el sentido el sin-sentido.

Si la frivolidad, antes señalada por el centro, puede ser tenida en cuenta sin dejar de ser frívola, ello permite ver que la verdad en tanto que juicio como enunciado a la manera de una esencia de la verdad se sitúa en el acuerdo entre el juicio y el objeto, así como lo pretendiera Heidegger. De este modo, el cuestionamiento a la verdad arrastra a la mentira y devela la diferencia. Una diferencia que no da lo mismo. No hay diferencia sin la crítica a la ontologización de la verdad. Se trata de una verdad y una mentira que ya no vienen dadas desde fuera y en los parámetros normales de la homogeneización. Tampoco es una verdad que viene de adentro. Kant decía que la verdad y la apariencia no están únicamente en el objeto en la medida que éste es intuido pues el juicio se sigue aplicando porque éste es pensado.

En consecuencia, la banalidad ya no es tan banal, la fragmentación es unidad única más allá de la mentira y la verdad. Se puede intentar ser poco serio o no decir nada sin que se pierda el derecho de decir.

Decir o no decir, y poder ser dicho o ser indecible, no importa. La verdad se descompone llevando consigo la mentira. La diferencia se muestra en el funeral de la verdad única y desde ya no puede ser arrinconada por ninguna epistemología. La verdad tendrá la obligación de ser más humilde pues no existe acomodación o adecuación que le garantice su existencia. La verdad no muere, lo único que muera es la verdad de lo uno para dar nacimiento a la verdad de la diferencia.

 

3.     El engaño de la diferencia desde un pensamiento que nos piensa.

Pensar o ser pensado, ambas son formas de la hemogeneidad. El sujeto que piensa desde el cogito coloniza, o como piensa Dussel, conquista. El sujeto que creyendo pensar es pensado no solo por lo que piensa sino por lo que lo piensa también es arrastrado por el destino de la homogeneización. Así lo afirmará Baudrillard: ¿Quién piensa a quién? El mundo es quien nos piensa.

El sujeto que piensa el ser y que determina lo indeterminado, piensa lo otro como lo mismo porque el yo se repite en un acto mimético que no lo aleja de sí mismo. Condena a la diferencia condenada desde siempre. El método entra en la sospecha del mismo modo que su ontología. Pero, el cambio no cambia pues seguimos atrapados en la dualidad repetidora caprichosa de la mismidad. 

El objeto pensado antes por un sujeto, es ahora quien nos piensa. Luego, la diferencia no emerge en el rompimiento de la convencionalidad del sujeto-objeto o del fin-medios. No basta contradecir lo verdadero y lo falso o el bien y el mal en tanto que una correspondencia absoluta de nuestro mundo. La diferencia es negada en los dos casos.

Si es el objeto quien nos piensa, la realidad es una superstición y por consiguiente, es la gran impostura de nuestro tiempo. La homogeneidad ya no como lo real es reemplazada por la heterogeneidad la cual puede ser el otro de modo de homogeneizar la nueva discursividad de las diferencias. En tal sentido, la manera de atentar contra las diferencias ya no es por su negación sino mediante la afirmación en una red plural en la que se desvanecen al mismo tiempo que son colocadas dentro de un infinito informacional y de consumo.

La realidad y la representación son un engaño puesto que no corresponde a aquello que pensamos como tal sino a aquello que se nos presenta como real y representación. Del mismo modo, la diferencia no es diferente por estar fuera de…, la diferencia lo es porque ya ha sido colocada dentro de…, en una estrategia sorprendente de involucramiento en la apariencia de la distinción. Así, lo psicológico, sociológico e ideológico son una trampa cuando su distinción no es la de la diferencia en tanto que lo otro, sino de la diferencia en tanto que lo mismo.

La diferencia como lo mismo revela la impotencia del discurso y el pensamiento para afrontar el desplazamiento del sujeto que cree poder seguir explorando el mundo hasta en la misma indeterminación. Se continua siendo irremediablemente causalidad en una diferencia que cae en lo mismo confundiéndose con lo propio.

En cierta forma, la prioridad del objeto es una diseminación de la diferencia que ya no tiene que ver con ningún sujeto. Así, se escapa de la verdad en el ocultamiento del sujeto al que ya no se refiere. Increíblemente, la desaparición de la verdad como consecuencia de la diferencia, no es la eliminación del dogmatismo y el totalitarismo. Ya nada puede ser refutado. Las diferencias objetuales han quedado lejos de cualquier juicio, pues sus exclusivas proposiciones son absolutamente ciertas. Ergo, el sujeto no es diferente porque ha sido negado. La exclusividad de la diferencia es objetual. En consecuencia, la indiferencia es la que piensa a las diferencias antes que las diferencias quieran y puedan afirmarse. La afirmación de la diferencia sucede, entonces, cuando no interesa ni la afirmación ni la negación. El ser indiferente es la diferencia en el vacío de la inexistencia bajo el simulacro de la existencia. Ya nada podrá ser impuesto. No tiene importancia. Como dirá Baudrillard: “Desde ahora ya no es humano quien piensa el mundo, es lo inhumano quien nos piensa”.

La diferencia es análoga al principio de incertidumbre. No es lo mismo, es lo propio. No hay doblez por tal motivo no hay espejo pues no existe equivalencia del mundo en su globalidad. Tampoco puede tener representación. Ella es una mera manifestación o revelación porque solo se hace desde. Un pensamiento que no parte del Ego Cogito. Cualquier espejo sería la parte de sí mismo. Por lo tanto, la radical diferencia es la forma insuperable de la ilusión.

La no-quivalencia de la diferencia es una auto-referencia sin ilusión. No puede ser intercambiable el signo. Lo mismo solo puede ser reemplazable por lo propio. El intercambio de sí mismo es igual al intercambio con la nada. El indemostrable sólo es mostrable y refuble desde sí. El intercambio imposible ya no es igual a la anulación del punto crítico. Más bien, el punto crítico desaparece desde la realidad y la verdad.

La objetualidad de la diferencia ha roto con el sentido de lo propio como yo. No hay libertad para creer pensar desde el yo. Tampoco nadie puede aspirar a su propia vida ni a su propio pensamiento. Por tal motivo, lo propio del otro es la vuelta al sí mismo a la manera de un gesto liberador de la objetualidad absoluta que ha reemplazado a la voluntad por el deseo. 

La diferencia pensada por el mundo hace del pensamiento su sombra, sin análisis, sin interpretaciones ni transformaciones. El pensamiento ha sido seducido por la diferencia de la mismidad.

El pensamiento radical desde la diferencia de lo propio como otro se hace desde la intersección de continuidades que desaceleran para lograr captar la discontinuidad entre la nada y el ser. Un pensamiento que tiene que renunciar a sí mismo para pensar desde el otro, puesto que fuera del pensamiento y el mundo está lo otro por sí mismo. A pesar de la asimetría entre el pensamiento y el mundo, la tarea de pensar la diferencia desde la diferencia del otro es no estar sujeto a lo inteligible y enigmático. Luego, es imposible seguir pensando en términos lineales. Ya no podemos seguir en la seguridad ontológica. Si antes no sabíamos como pasar del yo al otro, ahora no sabemos como llegar del otro al yo. Hemos descubierto que pensar en occidente no esta desvinculado de pensar occidente. Por lo tanto, todo antagonismo debe ser definido.


4. Fragmentar el pensamiento en el clip de las relaciones

El fragmento aparece en el mismo momento de la destotalización. La deconstrucción y el nihilismo crecen en la cultura del fragmento. La reivindicación del fragmento hace volar en pedazos las normas opresivas, las finalidades hegemónicas y la soberbia de la razón.

El fragmento nos libera del sentido y necesitado de las relaciones, encuentra del clip del sostenimiento para soportar el vértigo de la suspensión. n aliado de la imaginación, la mística, el mito, el poema. Esta unido pero su singularidad, siente la inmediatez de lo lejano.

Ha quedado rehabilitada la experiencia del futuro. El problema es saber re-comenzar desde el fragmento, en la ausencia de criterios para determinar la ruta. En una promesa pero sin telos. Incrustado a un presente sin universalidad y con relaciones que surgen con el hundimiento de la linealidad.

Las afirmaciones de la pluralidad contienen las valoraciones de los particularismos. Ahora el fragmento se enfrenta al interés particular en relación con el multiculturalismo. De ahí, el desafío de ser metódicos, más allá de la seguridad y bajo el miedo de la ruptura.

Errantes y sin salvación como en las antiguas tragedias griegas. Un nuevo pensamiento trágico pero no dramático, puesto que lo dramático tiene solución, se proyecta a través de la dialéctica, mientras que la tragedia no tiene solución. Movidos por una suerte de vagabundeo epistémico. Habitando en una contradicción que ya no se supera en ninguna síntesis. El único equilibrio es la tensión de lo heterogéneo, puesto que nada ni nadie es reductible a la unidad. 

El sostenimiento de la suspensión es otro modo con respecto al pensamiento erudito. Si anteriormente este se situaba contra la doxa, hoy el pensamiento erudito se ha convertido en doxa. Estamos en lo débil, lo contradictorio, lo atractivo en una transición hacía lo indeterminado, lo indeciso, lo no decidido. De hecho se puede estar en desacuerdo pero sin excluir.

El pensamiento desde la diferencia es un aprender a extrañarse del yo quebrantando la doble frontera entre civilización y barbarie fijada por los optimismos liberales. También será desalojar un cierto darwinismo llamado civilizador estructurado durante mucho tiempo por los discursos y representaciones de la Modernidad. En consecuencia, el no ser normal de la diferencia reclama adhesiones. Este nuevo pensamiento esta tras una dimensión propia del pensamiento en la tensión del caos y también en su equilibrio que corresponde a la justicia. En cierta forma la diferencia nos indica que solo hay pensamiento de la pluralidad.

La diferencia condena el pensar desde un lugar fijo sin colocar límites a la mirada. Una reflexividad sin hegemonía, dotada de memoria, olvido y esperanza. Obligada a seguir caminos inesperados. Corriendo la suerte por el deterioro de la totalidad, ya no como historia pues deviene impositiva. El fragmento emerge fuera de la totalidad. Dotada de un comienzo pletórico de preguntas porque comenzar es no-saber. Un comienzo ya no determinado por el fin. Por lo mismo, marcados por el riesgo y la improvisación. Entre la audacia y la aventura. Dentro de la fascinación de una auténtico tránsito. Desde ahora tenemos que vivir con el presentimiento, la ambivalencia, la complejidad, en la inclinación a lo extraño.

Quizás el Holzwege de Heidegger es la senda del pensamiento que piensa lo impensable, saliendo de la sujeción de la lógica, con la insolencia de un pensamiento que no necesita ser probado. Un pensamiento que ya no parte de lo alto, de la relación poder-saber, arraigado en lo inductivo, sin necesidad de ser preciso, diría Husserl.

5. El sostenimiento del clip de la diferencia es el silencio 

     El sostenimiento del sostén de la suspensión es una retrospectiva sin fondo. Todo posterior tiene un anterior. El clip necesita ser sostenido. Tal evidencia tiene una justificación no hermenéutica sino política y ética. Sostener ad infinitum para que la diferencia sea diferente. No se sostiene esta cuando dogmáticamente afirmamos que el pensamiento tiene que estar al servicio del logos pues sería convertirlo en lógica con el fin de fundamentar una doctrina sobre lo real o acerca de la verdad. Su inevitable consistencia es convertir todo lo que toca en un pensamiento abstracto y excluyente. Para ser coherente tiene que definir, ser continuo y uniforme. Pero la sustitución por variables y por funciones solamente sucede en el plano de lo abstracto.

En efecto, para no excluir la diferencia se debe pensar el silencio como una llamada sobre sí. Heráclito dice el en fragmento 18: “la espera de los inesperado es condición para tener la posibilidad de encontrarlo”. Así, pensar es dejar a la realidad ser realidad en las pericias de la realización del propio pensamiento. Este es el esfuerzo por la identificación de la diferencia. Pensar el silencio no es un no decir, es más bien todo lo que se dice en lo que se calla. No es la anulación del juicio, es escuchar el juicio desde lo que ha sido condenado a los infiernos.


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